(W) Ecos Sindicales: Razonamiento Matemático
PACHUCA, Hgo., 24 de julio de 2015.- En todas partes del mundo se cuentan historias macabras, sobre personas que han sido enterradas vivas en los cementerios y que, en algunos casos, han sido rescatadas con vida debido a que alguien cercano a la familia ha recordado detalles que dan la clave para destapar las tumbas y sacar indemnes a los supuestos difuntos.
La dama enjoyada
En la década de l940, en la ciudad de Tulancingo una familia adinerada sufrió la pérdida de la jefa de la casa. Como es natural, al velorio concurrieron personas de la clase pudiente de esa industriosa entidad. Al día siguiente se realizó el sepelio y cuando el féretro iba a ser depositado en la tumba, el esposo pidió que abrieran la caja y dejó en el cuello y en las manos de la dama unas finísimas joyas, ante la mirada de decenas de ojos, entre los que se contaban los de dos camposanteros.
La tumba fue cubierta con la tierra y encima depositadas las coronas y muchos ramos de flores. El cortejo salió del panteón cerca de las 5 de la tarde, y una hora más tarde fueron cerradas las rejas.
Como a las 8 de la noche, dos sombras se deslizaron entre la negrura del camposanto; llegaron ante la tumba de la señora que habían inhumado. Los dos hombres se dieron a la tarea de retirar todo lo que había en el túmulo, escarbaron, izaron la caja, la abrieron para apoderarse de las joyas y, ¡oh sorpresa¡ la mujer estaba viva. No hubo gritos de ella. Los camposanteros habían enmudecido… estaban paralizados. La señora tuvo que hablarles suavemente y pedirles que la llevaran a su casa. Uno de los profanadores envolvió con su cobija a la señora y ambos la sacaron del panteón.
Lo que sucedió después, al llegar a casa de la dama enjoyada ha corrido de boca en boca desde hace muchos años hasta crearse una leyenda. Nadie supo qué pasó con los trabajadores del panteón. Alguien corrió la versión de que el esposo los recompensó generosamente; otros que el señor, al ver revivida a su esposa, murió de un infarto y que la dama sobrevivió muchos años más.
La catalepsia
En la necrópolis de San Bartolo de Pachuca se han dado casos de personas víctimas de ataques de catalepsia y enterradas con vida. Unas, según las consejas populares, han sido desenterradas vivientes, otras no, como lo dice la siguiente leyenda:
Entre los años l947 a l950, una familia de españoles residía en una casa de las calles de Abasolo casi esquina con la de Romero. El señor era dueño de una panadería. Era un hombre alto, delgado, medio calvo; su señora, un poco regordeta; y la hija, menudita, con cara redonda como de luna.
Cierto día la panadería colgó crespones de luto: la señora había fallecido repentinamente. Su cuerpo fue enterrado en el panteón municipal.
Pocos se enteraron de lo que sucedió dos días después. Resulta que un pariente de los españoles llegó de un largo viaje y supo del fallecimiento de su prima. Pidió que le explicaran cómo habían notado que había muerto. Al transcurrir varios minutos de reflexión recordó algo… Ese algo era que su prima había padecido ataques de catalepsia.
El marido, la hija, el pariente corrieron hacia el panteón; dieron a conocer sus temores al administrador, quien los escuchó en silencio y atención pues tenía conocimiento de casos similares.
El funcionario llamó a sus trabajadores. Con los datos de la fecha de la inhumación dieron rápidamente con la ubicación de la fosa. Todos marcharon hacia el sitio. Los tapadores trabajaron frenéticamente sacando paladas de tierra, que aún estaba floja. Poco después llegaron hasta las losas que cubrían el féretro. Sudaron mucho para quitar las losas cuyas hendiduras habían sido rellenadas con mezcla de cemento y arena.
Por fin apareció el ataúd, gris, intacto. Uno de los trabajadores destornilló las mariposas que aseguraban la tapa de la caja; la abrió lentamente, ante la angustia del panadero, de la hija y del pariente. Cuando la tapa estuvo abierta miraron el horror de la muerte: la señora estaba boca abajo. La voltearon: ¡horror de la muerte! …la angustia, la falta de oxígeno, la asfixia, le hicieron desgarrarse con las uñas el rostro, el cuello. El rostro mostraba los ojos abiertos, muy abiertos, infinitamente abiertos…
Aparatos para pedir auxilio
En Estados Unidos donde han sucedido casos extraordinarios como el narrado, originaron que agentes funerarios trataran de evitar tragedias similares. En la década de 1950 inventaron un aparato que, conectado en el interior del ataúd, podría servir de alarma con el propósito de acudir en ayuda de la persona enterrada.
Recientemente, en los primeros años del tercer milenio, se dio a conocer en aquella nación el proyecto de un dispositivo electrónico muy eficiente para detectar si algún individuo con antecedentes de catalepsia pudiera revivir mediante el envío de señales a una central de alarmas instalada en una agencia funeraria. No hay revelaciones de casos positivos.