Manuel Aranda/Quadratín Hidalgo
PACHUCA, Hgo., 3 de agosto de 2015.- Podríamos centrarnos en múltiples ideas y análisis para externar una profunda preocupación por la manera en que se ha desarrollado el presente sexenio que no ha llegado ni a la mitad de su duración, sin embargo, abarquemos temas tangibles, objetivos y concretos. Al inicio del mismo, y aun sabiendo que no se podía esperar mucho en realidad, creo que ni los más pesimistas podían haber previsto un peor panorama que el que actualmente vivimos y padecemos.
Una brutal crisis económica en la que nunca se han cumplido las ya de por sí muy bajas previsiones de crecimiento económico, casi un 25% de devaluación del peso ante el dólar en, un raquítico 34% de aprobación en la gestión presidencial, el nivel más bajo en la historia.
Matanzas desde el inicio; 7 muertos en Guadalupe y Calvo en Chihuahua; Cientos de asesinados en Tamaulipas; 22 personas asesinadas en Tlataya, Estado de México; Entre el 26 y 27 de septiembre de 2014, 2 alumnos de la Normal de Ayotzinapa, Guerrero y una mujer que viajaba en un taxi, minutos más tarde, en un autobús, otras 2 personas, y más tarde la desaparición de los 43 estudiantes también de la Normal de Ayotzinapa; 2 meses después en Chilapa, también Guerrero, aparecen 11 cuerpos incinerados y decapitados; el 6 de enero de 2015, policías federales balean a un grupo de casi 100 personas, matando a 16 y dejando decenas de heridos, 42 supuestos criminales son muertos por fuerzas federales en Tanhuato, Michoacán, y así se ha ido dando la tónica de violencia sin freno en el país.
Corrupción rampante sin el mínimo recato, exhibiendo de forma insultante el abuso y dispendio de recursos públicos con inmensas comitivas de amigos y familiares en viajes internacionales, compra de propiedades multimillonarias, tráfico de influencias para realizar jugosos negocios al amparo del poder, venta del patrimonio nacional para beneficio de pequeños grupos, pobreza extrema cada vez más extendida, reformas que pretenden ser estructurales y son más bien privatizadoras y que cercenan derechos y prestaciones, mutilan la educación y limitan el desarrollo ante un clima de acoso fiscal.
Aunado a eso, y por si fuera poco, la represión social, y en especial hacia los periodistas, pretendiendo acallar las plumas y voces de quienes libremente informamos. Casos emblemáticos como el de Carmen Aristegui quien sabemos, fue echada de MVS para silenciarla junto con sus colaboradores por denunciar varios casos de corrupción y tráfico de influencias, especialmente el de la llamada “casa blanca”; recién aparece torturado y asesinado junto a dos activistas, Rubén Espinosa, fotoreportero de Cuartoscuro y el semanario Proceso, quien recientemente había incomodado al gobernador veracruzano, línea de investigación que sin miramientos debe ser abarcada por la procuraduría del D.F., donde se cometió el homicidio donde habían además otras 2 mujeres para sumar 5 asesinatos en el mismo departamento.
Cada 26 horas es agredido un periodista en México y los número son aterrorizantes, al menos 8 asesinados de 2013 a la fecha, lo que va del sexenio de Peña, pero es peor en la entidad veracruzana con 12 compañeros a quienes les ha sido arrebatada la vida. De 2011 a la fecha.
Como periodistas, nos invade la indignación, la impotencia y la angustia. Esta profesión en México representa laborar sin garantías para informar y mucho menos realizar investigación y denuncia; El riesgo es sin exagerar, desde perder el empleo, amenazas y hasta perder la vida, con un gobierno al que no le importa y que ha permitido y contribuido a que este sea muy probablemente el peor lugar del mundo para ejercer esta hermosa profesión.
Una verdad que nos avergüenza ante los ojos del mundo. ¿Qué sigue?