Ráfagas: Denuncian corrupción en Tribunal de Arbitraje Laboral
PACHUCA, Hgo., 10 de septiembre de 2015.- En marzo de 1985 se festinaba que el PRI se había lucido al haber nominado candidatos a diputados federales ante la 53 Legislatura “a gente experimentada”, “profesionales de la política”, que habían desarrollado una buena carrera, y en buena medida estaban identificados con el panorama hidalguense.
Se hablaba de las candidaturas de José Antonio Zorrilla Pérez, Roberto Valdespino Castillo (q.e.p.d.), Amelia Olguín, José Gonzalo Badillo, Carlos Alba Calderón y Jesús Murillo Karam, cuya nominación abría el proceso hacia la gubernatura en manos del arquitecto Guillermo Rossell.
De los seis mencionados, cuatro habían ocupado curules en la Cámara de Diputados, José Gonzalo Badillo en la 49 junto con Humberto Lugo Gil (líder de la 52 en 1984).
José Antonio Zorrilla, Amelia Olguín y Jesús Murillo habían formado parte del Congreso federal; Roberto Valdespino y Juan Carlos Alba, como diputados locales.
La sorpresa en esas designaciones estuvo en la figura de Zorrilla Pérez, entonces director Federal de Seguridad, a quien los analistas políticos situaban como viable precandidato a la gubernatura de Hidalgo, en torno al cual se estaban formando grupos.
Al final, ninguno de los seis fue precandidato para contender por la gubernatura en las elecciones de 1986. El dedazo señaló a Adolfo Lugo Verduzco (1987-1993), sucedido en 1993 por el entonces senador Jesús Murillo.
Del plato a la boca…
Sin embargo, en 1985, cuando los seis candidatos a diputados estaban en plena campaña, sobrevino un cambio drástico: José Antonio Zorrilla, separado ya de la dirección Federal de Seguridad lo fue también de la candidatura por el distrito uno de Pachuca y reemplazado por Germán Corona del Rosal que llevó de suplente a Marco Antonio González Pineda.
Zorrilla Pérez había escapado a España. Era sospechoso en la autoría intelectual de la muerte del periodista Manuel Buendía, acechado por agentes de la Federal de Seguridad y asesinado a balazos la tarde del 30 de mayo de 1984 en el estacionamiento de un edificio de la ciudad de México.
Fue hasta 1988, al crearse la fiscalía especial para investigar el asesinato de Manuel Buendía, cuando el 4 de marzo Zorrilla Pérez rindió su primera declaración ministerial.
El 13 de junio de 1989, Zorrilla fue detenido, acusado de haber ordenado el homicidio de Buendía. El 15 de febrero de 1993, sentenciado a 35 años de prisión, pena que se redujo después a 29 años.
En septiembre de 2013, un juez determinó que el precario estado de salud del reo Zorrilla Pérez determinaba que cumpliera el total de su sentencia en su domicilio. Faltaban nueve años. En estos días, aún siete para que, como se dice vulgarmente, pague su deuda con la sociedad.
Padrinos sin ahijados o viceversa
Con motivo del quinto informe del gobernador José Francisco Olvera, comenzó el desfile de los precandidatos priistas a la gubernatura. Participan senadores, diputados federales y dos mujeres que poseen el don de la ubicuidad: una, Nuvia, se hace mil pedazos para atender a 15 millones de indígenas dispersos en todo el país. Otra, Carolina, mantiene presencia en tres entidades diferentes: duerme en Saltillo, Coahuila; desayuna en Pachuca, Hidalgo, y come en la ciudad de México, D.F.
Unos afirman que no tienen padrino que los impulse, otros que sería “un orgullo” recibir la gracia de su partido.
El senador Omar Fayad, quien va por la tercera intentona para el gobierno, declara sin tapujos sus aspiraciones y dice que Jesús Murillo no es su padrino, sí su maestro.
Murillo lo elevó a secretario de Educación Pública, procurador de Justicia, alcalde de Pachuca y titular de otras dependencias. Por esos variados cargos, otros, como el boxeador Raúl “Ratón” Macías, expresaría: “Todo se lo debo a mi manager y a la virgencita de Guadalupe”. El “Ratón”, campeón mundial de peso gallo, fue diputado federal priista, por su barrio, Tepito.
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