Ráfagas: ¿Malos manejos en la Comisión de Búsqueda de Personas?
PACHUCA, Hgo., 4 de enero de 2015.- Gran parte de los abusos sexuales durante la infancia y adolescencia son cometidos por una persona cercana a la víctima, suena crudo, y lo es, porque justamente suele ocurrir en donde o con quién nunca se imaginaría, por alguien en quien la familia y el niño o niña confían, siendo este acto una de las traiciones y dolores más terribles que se puede experimentar, ocasionando alteraciones emocionales, físicas o mentales a corto y largo plazo.
Los adultos que refieren haber sido víctimas de abuso sexual durante su infancia no siempre describen agresiones físicas durante las mismas, a muchos el abuso sexual les fue señalado como un “juego” o una “falsa demostración de cariño”, y es al paso del tiempo que toman conciencia de lo que sucedió, incluso, algunos se culpan por haber accedido y por haber guardado silencio, o sienten rencor hacia quien lo supo y nos los protegió, está por demás mencionar el daño que esto puede generar en sus relaciones y en su auto concepto.
Quien abusa sexualmente de un menor lo manipula para “guardar el secreto”, lo amenaza con lastimar a sus padres, a alguien o a algo que el menor aprecia, o lo responsabiliza de lo ocurrido. Así la víctima se siente culpable, avergonzada y atemorizada, de tal modo que no dice nada y puede llegar a vivir este tipo de abuso por un largo tiempo, afortunadamente hay ciertas señales físicas, conductuales y emocionales que pueden dar indicios del abuso sexual infantil, es sumamente importante que los padres estén pendientes de estos cambios en sus hijos, que si bien, pueden tener otras múltiples razones, no deben jamás pasarse inadvertidos: Aislamiento, resistencia a convivir con alguna persona (no en todos los casos, a veces acceden porque reciben regalos o atenciones del abusador), no disfrutar de lo que antes les agradaba, apatía, cambiar sus hábitos de alimentación, disminuir su rendimiento escolar, tornarse rebeldes y agresivos con compañeros de la escuela o con los animales, conducta excesivamente sumisa, actitud hipersexual, presencia de alteraciones fisiológicas: eneuresis, ecopresis, trastornos del sueño como terrores nocturnos y pesadillas, entre otros, y lesiones o indicadores físicos.
Parte de la prevención del abuso sexual durante la infancia y la adolescencia consiste en que desde los primeros años se hable claro respecto a los límites que tienen derecho a marcar sobre su cuerpo, que lo conozcan y que sepan los nombres reales del mismo, que aprendan a escucharse para poder identificar cuando una caricia no les resulta agradable o los hace sentir culpables, que les quede perfectamente claro que los juegos y las demostraciones afectivas se hacen públicamente y que no “deben” acceder a todo lo que otra persona les pida, sea quien sea.
Es necesario que los adultos les permitamos experimentar el enojo, que sepan que pueden y tienen derecho a decir NO, y evitar en el transcurso de su socialización el “obligarlos” a ser cariñosos o a saludar con un beso o un abrazo a quienes no quieren saludar de esta forma, respetar que no lo hagan cuando no es su deseo válida sus opiniones y emociones ante sí mismos y por ende, les enseña a validarse con el resto de la gente.
Por otra parte, aun cuando la fantasía es una característica común en los niños, se debe dar credibilidad a sus palabras, cuando un menor habla de lo que alguien le hizo o le propuso hay que darle crédito y atender lo que está sucediendo.
Obviamente, darse cuenta del abuso es un golpe sumamente doloroso también para los padres o para los adultos que rodean al menor, pero, la negación del hecho es la peor opción, sin importar el vínculo que se tiene con quién cometió este acto hay que proteger al menor y alejarlo inmediatamente de la persona que el menor está señalando, denunciarlo y brindarle a la víctima atención médica y psicológica.
No es cuestión de crear miedo en los padres o generar una desconfianza patológica en los niños o adolescentes hacia quienes lo rodean, ni impedir o censurar que demuestren su afecto o gusten de recibir manifestaciones de cariño, sino de enseñarles lo más pronto posible que el amor no se manifiesta en secreto, que son dueños de su cuerpo, que nadie tiene derechos sobre este y que no debe acceder a ciertos juegos o caricias para que otra persona no se enoje o manifieste “tristeza”.
Sin importar la edad de los menores la comunicación continua y abierta debe ser parte de la relación entre padres e hijos, así como sentar las bases de una autoestima saludable, que los alerte frente al peligro, que vivan y sientan permanentemente la protección y el amor de sus padres.
No censurar sus preguntas respecto a sus genitales o a temas relacionados con la sexualidad, el afecto y las relaciones, que los propios padres guarden respeto hacia la intimidad de sus hijos, marcando límites en cuanto a esta, principalmente con los hijos del sexo opuesto.
Durante la adolescencia ya no es conveniente tocar, cargar o abrazarlos como cuando eran niños pequeños, a algunos padres esto les puede resultar ofensivo porque serían incapaces de abusar de sus hijos, la mayoría de padres y madres jamás lo harían, es impensable siquiera, pero, este cuidado no es por lo que ellos no les harían sino por la protección y prevención de un abuso por parte de otras personas, y porque además aun siendo nuestros hijos tienen derecho a experimentar pudor y respeto hacia su intimidad personal.
Nada de lo que se haga para prevenir el abuso sexual infantil está por demás. Y nadie tiene razón para molestarse por el cuidado que le brindamos a nuestros hijos. Absolutamente nadie.
La prevención del abuso sexual no debe tratarse con indiferencia, este debe y puede prevenirse. Al dejar a los menores al cuidado de otra persona es imprescindible asegurarse de que este cuidado se extiende hacia la convivencia o coincidencia con otros.
Un alto porcentaje de eventos traumáticos que pueden lastimar a los menores puede evitarse, la prevención del abuso sexual infantil es una prioridad a la que no se le debe restar importancia, ni dar cabida a creencias tales como que puede ocurrirle solo a otros, o cuidar exclusivamente a las niñas, los niños son igualmente vulnerables.
Amemos a los hijos protegiéndolos, escuchándolos y enseñándoles a cuidarse y a amarse desde su más temprana infancia.
Por una cultura de la prevención… Actuemos todos.
@Lorepatchen
Psicoterapia y Coaching.
Entre Géneros, jueves 8 PM por 98.1 FM.