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CIUDAD DE MÉXICO, 17 de marzo de 2017.- El dinero lo compra todo o casi todo, menos la felicidad y la juventud, los estragos de la vida comienzan a ser evidentes en su rostro, ella por más de cincuenta años se ha dedicado a la prostitución.
«Cuando yo me casé el me empezó a dar mala vida, me empezó a golpear me empezó a insultar y me arrastraba me pateaba y se iba una semana y no me dejaba gasto, entonces yo no tenía con que darles de comer a mis hijos uno como madre le busca donde sea, pero le busca para que a los hijos no les falte un techo. Les he dado estudio a mis hijos una es secretaria la otra es trabajo social, otra estudió el bachiller lo abandonó y otra estudió técnica en computación, y no lo pienso dejar por que de aquí me mantengo”, dice una mujer de la tercera edad que se dedica a la prostitución».
En la casa de esta mujer no hay calendarios, sólo recuerdos de lo que ha pasado en las calles, en manos de quienes pagan por sexo.
«Para mí fue desagradable fue humillante porque me hacía sentir mal o sea triste, la verdad la necesidad fue lo que me trajo a pararme en una esquina, y pues no quisiera esa vida para mi hija”, dice otra persona de la tercera edad».
De día, de noche, en los rincones o ante los ojos de las autoridades millones de mujeres y hombres se prostituyen, algunos por necesidad otros por conformismo.
Pero la cruda realidad alcanza a todos, cuando el cuerpo ya no es ostentoso ante los ojos de los demás, llega el momento de reflexionar, valorarse y aprender a quererse, para eso existe el centro Madre Antonia.
«Yo soy la responsable de este lugar junto con la comunidad y bueno desde hace ciento cincuenta y tres años que vamos a cumplir como congregación religiosa y el único objetivo de toda la congregación de los quince países donde estamos es acompañar a las mujeres en situación de prostitución, tenemos varios servicios principalmente de acompañamiento psicológico”, señala Carmen Ugarte, responsable del Centro Madre Antonia».
Con las manos vacías como suelen terminar las personas que ejercen el oficio más antiguo, y el rostro desencajado, así escuchan a mujeres del centro Madre Antonia que cumplen con su objetivo, arrebatarles una sonrisa a las mujeres que durante décadas ofrecieron su cuerpo por unos cuantos billetes que al final, las dejaron solas.
Con información de Excelsior