No alcanza
PACHUCA, Hgo., 30 de marzo de 2017.- Duele, en verdad, la muerte de un ser querido. Las condolencias, parte del añejo ritual tan acendrado en todas las clases sociales tratan de aliviar a las familias y a los amigos afligidos.
La lectura o la recitación del epigrama que encabeza el texto, entresacado de una antología griega rescatada por José Emilio Pacheco, mitigan gran parte las aflicciones y serenan el luto por la inexorable pérdida de un ser humano.
Entre los pachuqueños que han fallecido durante los últimos días, tres de ellos dejaron honda huella en el mundo en que se desenvolvieron: el profesor Inocente Zúñiga Mercado; el maestro de obras y excelente alpinista Antonio Rodríguez Hurtado y el contador público Arturo Vera Noble.
Para ellos va dirigido un adiós, un hasta la vista.
ADIOS A UN EDUCADOR
El profesor Inocente Zúñiga, egresado de la Escuela Normal Benito Juárez de Pachuca, cantó a los prohombres nacidos en su tierra, Tianguistengo, de lo que se sentía orgulloso. Educador nato, dedicó su vida a formar generaciones de alumnos de enseñanza primaria y secundaria.
Además de notable maestro de enseñanza media, cursó las carreras de derecho y de economía. Dejó estela de su savia educativa en incontables jóvenes.
En los libros que escribió, uno lo dedicó a su tierra, Tianguistengo utopías de neblina que aglutina pasajes de la dificultosa, alegre y exitosa vida de los serranos. En él traza la personalidad de sus padres y parientes lejanos y cercanos.
En otro libro, una antología de versos a quienes amaba y estimaba, escribió:
“El futuro es incierto, lo que vale es el presente. Hoy, a los 73 años cumplidos (septiembre de 2016), me atrevo a hacer esta antología. Las personas que rebasamos los 60 años, si al despertar no nos duele nada, entonces estamos muertos. La vida afianza afectos que irremediablemente conducen a las ilusiones y fantasías…”. Falleció el jueves 16 del reciente marzo. Ya había cumplido sus bodas de oro magisteriales.
HASTA LUEGO, TOÑO
Antonio Rodríguez Hurtado, el Tigre Toño, uno de los mejores escaladores de roca habidos en Pachuca y en México, dejó de existir el día 25 de marzo, a los 86 años de edad.
De oficio albañil, Toño Rodríguez destacó en el mundo deportivo. Escalador nato creó su propio grupo en la década de 1940, época del escalamiento libre, sin técnicas ni clavos ni argollas o mosquetones. El uso de la fuerza física y las cuerdas de henequén era lo único que sostenía la afición a muchachos adeptos como el Tigre Toño.
Por su notable destreza en el montañismo, la Federación Mexicana de Montañismo avaló la beca otorgada por la embajada de Francia en México para que acudiera a un curso de montañismo en los Alpes franceses. Estuvo en Chamonix, Francia, del 12 al 30 de julio de 1965.
Además de la práctica en la montaña, también incursionó en la espeleología, siendo de los precursores en investigar y adentrarse en grutas, cuevas y ríos subterráneos.
HASTA LA VISTA, ARTURO VERA NOBLE
Los hermanos Adrián y Hermilo Vera, casados con las hermanas Teresa y Paz Noble, trabajaron más de veinte años en las minas y jubilados —antes se decía “retirados”– buscaron nuevos horizontes, porque en Pachuca no los había, y emigraron a la ciudad de México, en el año de 1950, donde formaron a sus hijos, la mayoría pachuqueños de nacimiento.
Arturo Vera Noble, hijo de don Hermilo y doña Paz, cursó la enseñanza primaria en la escuela particular Julián Villagrán de Pachuca y tuvo que continuar estudios en la capital de la República junto con sus cinco hermanos: Raúl, Estela, Jorge, Hermilo y Rosa.
Esforzado, Arturo realizó la carrera de contador público. Trabajó más de treinta años en una compañía de seguros, de la que se jubiló y aún continuó labores en un consorcio bancario.
Optimista toda su vida, siempre miró hacia adelante, hacia futuro promisorio.
Nunca alejado de sus lares nativos, Arturo Vera cultivó viejas amistades.
Su fallecimiento sobrevino el reciente viernes 24 de mazo después de largo padecimiento que se agravó una semana antes al sufrir neumonía.
La sorpresiva partida de nuestro paisano impidió que sus amigos de Pachuca pudieran despedirlo en sus funerales. La familia no contó con tiempo suficiente para comunicar el lamentable deceso.
Unidos en una amistad que perduró más de 70 años dejo testimonio del gran cariño que nos profesamos Arturo y el autor de esta columna y lo reitero a su esposa Irma Monroy y a sus hijas Rocío, Irma y Paola; a sus hijos Arturo, Carlos y Manuel, así como a sus hermanos Jorge, Hermilo y Rosa.
Para las familias y los amigos del profesor Inocente Zúñiga, del Tigre Antonio Rodríguez y Arturo Vera, estimadísimas personas que dejaron este inframundo, lleno de funcionarios y políticos corruptos, confirmó el epigrama de la antología griega, siempre vigente a pesar de que fue escrito hace más de dos mil años:
No llores nunca a un muerto.
Logró escapar de la vida.
Tras la muerte el dolor no existe.