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PACHUCA Hgo., 18 de abril de 2017.- Hay un género o tipo de turismo, definido por la Organización Mundial del Turismo Social como “turismo social”, que a la letra se define como: “Permitir que un mayor número de personas excluidas del ocio turístico acceda regularmente a las vacaciones y los viajes”. La declaración de Montreal de 1996 se dio en pro de una visión humanista y social del turismo, misma que define al Turismo Social como forjador de la sociedad, de la potencia económica y protagonista del ordenamiento del territorio y del desarrollo local, asociado a los programas de desarrollo mundial.
El mismo documento fragua criterios como: que las actividades propuestas en esta modalidad turística integren objetivos humanistas, pedagógicos y culturales, con respeto a las personas, no discriminar por raza, cultura, credo, filosofía o condición social. Además propone que exista un valor agregado, no económico en el producto propuesto, sin perturbación del medio local, con precios compatibles con los objetivos sociales previstos, entre otros aspectos.
Luego de conocer estos razonamientos, parece que el estado de Hidalgo los ha cumplido a cabalidad, pero no nos hemos dado cuenta: tenemos un mercado turístico verdaderamente social, de acceso a las clases populares y en general a todo visitante que queramos recibir. Hidalgo no tiene que competir con los mercados turísticos de lujo, aquellos que requieren de gran infraestructura como resorts o clubes de golf para que caiga una derrama de igual nivel, la diferencia es el margen o el volumen. Hidalgo cuenta con una amplia cantidad de destinos naturales, espirituales, culturales y sobretodo balnearios que son la opción de un México que aspira a tener aunque sea un día de vacaciones en el agua, sea playa o una alberca de agua templada.
Es sabido que por ley la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos asegura el derecho a los días de descanso, tanto por las jornadas laborales y días feriados, así como por el derecho a vacaciones pagadas, sin embargo, la situación económica no siempre privilegia que los ciudadanos puedan viajar y visitar grandes destinos turísticos, la playa es inalcanzable para muchos y además impagable unos días en un hotel, es tan simple pensar que si un hotel decoroso cuesta alrededor de mil pesos la noche, un obrero que gana el salario mínimo no tendría ni para sufragar una noche de hospedaje, menos los gastos de traslado y comida.
Es penoso imaginar lo que tendrían que hacer las clases populares para tener algo de esparcimiento en sus escasos días de descanso o vacaciones y con su corto presupuesto, nos reímos cuando la gente hace el llamado “Acapulco en la azotea”, nos reímos también cuando vemos vehículos atiborrados de gente y equipaje, quizá porque algunas veces nos hemos visto viajando así; o cuando Marcelo Ebrard, entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal, hace diez años tuvo la idea de simular playas en plena Ciudad de México.
Lo más penoso es entender que la oportunidad de salir es muy escasa o nula y cada vez esa sombra alcanza a otras clases sociales. Sin embargo estos son los turistas que desean salir y que cuando lo hacen nada los para, destinan el presupuesto que tienen que destinar para viajar. Ellos son parte del turismo nacional interno, el cual representa un 78.2% (Cuenta nacional de Turismo hecha por INEGI y SECTUR, 2015) del mercado turístico nacional. No vienen por avión y no traen divisas, quizá pocos pagan hotel, pero los números que dejan no son despreciables, pues se transportan en autos particulares o autobuses, gastan en bienes y artesanías, consumen en restaurantes y comercios locales, entran a balnearios y otras atracciones.
Ese tipo de turistas, los que pertenecen al turismo social, aquellos que hacen el gran esfuerzo para moverse y salir a carretera juntando sus presupuestos individuales, son los que dejan una derrama económica importante y batiente en Hidalgo durante las postrimerías del invierno y los días de cuaresma, momento en el cual Hidalgo tiene toda clase de actividades que hacen que la gente quiera visitar nuestro territorio: desde los Carnavales en que muchos hidalguenses fuera de Hidalgo nos visitan para disfrutar de la fiesta de su pueblo, las fiestas patronales como la del Señor de la Salud en San Agustín Metzquititlán o el Señor de las Maravillas en el Arenal y el Cristo del Buen Viaje de Orizabita en Ixmiquilpan, festivales como la Muestra Gastronómica de Santiago de Anaya, celebraciones de Jueves y Viernes Santo y finalmente la Feria del Calvario en Huichapan.
Todo desplazamiento de personas se incrementa los días feriados del puente del 21 de marzo y los días de Semana Santa, los periodos en que los prestadores de servicios turísticos están listos para recibir una cantidad importante de turistas en todo el territorio. Aquí es donde hay que prender las alarmas, pues carreteras como la México-Pachuca, Pachuca-Ixmiquilpan o la del Corredor de la Montaña se encuentran sobrecargadas de vehículos y en ciertos momentos la saturación genera atascos viales y riesgos de accidentes, algo que también llega a suceder de forma cotidiana los domingos en la tarde sin importar la época del año. Estas situaciones incómodas hacen que muchos hidalguenses no aprecien a este tipo de turistas, sumado a algunos que no saben comportarse y que en ciertos casos el alcohol salga a relucir.
Desde luego que las maravillas que el turista puede apreciar en Hidalgo también están disponibles para los extranjeros, pero el desarrollo turístico de Hidalgo se debe prioritariamente al turismo social como ya lo entendimos. Es por ello que es importante tener presente en la planeación a este importante mercado con un abanico diverso de destinos y sus impactos hacerlos positivos.
No tenemos por qué avergonzarnos de que Hidalgo sea un destino popular, lo es gracias a su diversidad cultural y étnica, a la gastronomía que hace que la gente venga aquí así sea por la barbacoa y los pastes, lo es también gracias a la riqueza natural que brinda destinos y paisajes privilegiados. No solamente Hidalgo es un destino popular, debe serlo y debe ser un destino abierto a toda la sociedad sin importar su nivel socioeconómico.
Todos esperamos que haya inversiones importantes para el turismo como son los aeropuertos y los hoteles de grandes cadenas, no niego que son inversiones útiles, sin embargo, estos márgenes de turistas en estas fechas dejan dinero en los bolsillos de muchos hidalguenses, los que trabajan en los balnearios, en los centros poblacionales, en los santuarios, en las carreteras, véanlo, no hay forma más equitativa que distribuir la riqueza en los servicios.
Si despreciamos a este mercado y lo descuidamos lo vamos a lamentar, requerimos saber atender mejor este flujo de turistas y sus contingencias, ser buenos anfitriones y con ello evitar que los supermercados y tiendas de conveniencia se lleven la mayor parte de las ganancias. Otro aspecto a considerar es regular la venta de alcohol, pues para muchos la mejor oportunidad es venderlo.