Ráfagas: Molestia vecinal en Pachuca
Morelia, Mich., 13 de agosto, 2017.- “El sol se muestra en uno de los ángulos superiores del rectángulo, el que está a la izquierda de quien mira, representando el astro rey una cabeza de hombre de la que surgen rayos der aguda luz y sinuosas llamaradas, como una rosa de los vientos indecisa sobre los lugares a los que quiere apuntar, y esa cabeza tiene un rostro que llora, crispado por un dolor que no cesa, lanzando por la boca abierta un grito que no podemos oír…” (“El evangelio según Jesucristo”, José Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998, editorial Punto de Lectura)
José Saramago nació en Azinhaga (Portugal) en 1922. Antes de asumir el oficio de escritor trabajó como cerrajero, mecánico, editor. En 1947 publicó su primera novela, “Tierra de pecado”. Dejó de escribir hasta 20 años después. “No tenía nada que decir”, comentó. Años más tarde publicó “La balsa de piedra” (1986), “Historia del cerco de Lisboa” (1989), “El evangelio según Jesucristo” (1991), “Casi un objeto” (1994), “Viaje a Portugal” (1995) o “Ensayo sobre la ceguera” (1996).
El escritor portugués José Saramago, quien se declaraba como auténtico ateo, en una conferencia que ofreció en el campus Morelia del Tecnológico de Monterrey, decía que él no creía en Dios pero sí en todas las personas que tienen fe, porque Dios existe en ellos.
Cuando vemos tanta saña, sadismo y crueldad en lugares como Michoacán donde se cometen crímenes inauditos, lo primero que piensa uno es que sería bueno que la sociedades tuvieran temor a Dios, porque habría mucho menos delitos, sobre todo los que saben del significado de la doctrina que no tiene nada de perversa. En dado caso, los que han fallado son los hombres incluyendo a quienes están dentro de la Iglesia.
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