Subestimando a la presidenta
¿Quién no ha escuchado hablar de la envidia? Y bueno, algunos la han experimentado y otros han sido blanco de la misma.
Envidiar es desear que el otro no tenga lo que yo quisiera tener, y como esto genera angustia, nos protegemos restándole valor o devaluando justo aquello que la provoca: “No es tan inteligente, tiene suerte”, “Claro, es guapa porque está operada”, “Quien sabe cómo logró obtener ese ascenso”, “No es tan agradable, es hipócrita”… y así, un sinfín de argumentos para demeritar una virtud, un recurso, una habilidad… algo que despierta el deseo de tenerlo y el enojo de que no sea nuestro.
La verdad es que la envidia no es agradable, y puede lastimar, tanto a quienes envidian como a quienes sin proponérselo la provocan, aunque claro, a quien afecta más, tarde o temprano es a quien la experimenta, ¿por qué?, porque aún si hoy se puede hablar mal de otra persona o boicotearle, la persona envidiada sigue su camino, teniendo lo que tiene y siendo lo que es, en cambio el envidioso está perdiendo su tiempo y su energía, mismos que es mil veces más recomendable dedicar a admitir lo que se desea y construirlo para sí mismo.
Dicen que la envidia en el fondo, muy en el fondo, es admiración, y es cierto, si lo que se envidia no se deseara no provocaría malestar, lo que hace que no se admita abiertamente tiene que ver con un sentimiento de autodevaluación o minusvalía, y obvio, ante este no es agradable reconocer que yo quisiera ser, verme o tener lo que considero que otro es, como se ve o lo que creo que tiene, por eso, se opta, inadecuadamente, por la envidia.
¿Qué pasaría si admiramos en lugar de envidiar? La admiración abiertamente reconocida si nos conduce a aprender, a crecer y construir, a generar recursos que probablemente no sabemos que tenemos.
Como sociedad, admirar, mejoraría la convivencia, y en lo individual nos llevaría a un crecimiento personal.
Se requiere madurez, inteligencia emocional y amor propio para admirar, y acercarse a la gente que es lo que deseamos ser.
Y por otra parte, hay un punto muy importante, en una gran mayoría de ocasiones lo que se envidia no es real, solo creemos que el otro posee lo que deseamos, pero, igual que todos, cada persona tiene sus propios problemas, preocupaciones, áreas de oportunidad…
No hay perfección, en nadie.
¿Cómo superar la envidia? Primero, reconociéndola (aún cuando sea solo contigo mismo), después entendiendo que es lo que la provoca: ¿Qué me falta? ¿Qué desearía? Y ¿Por qué me molesta que el otro lo tenga?, y por último, (que será el principio de un provechoso proceso para despedirte de la envidia), elegir qué hacer para enfocarte en tu crecimiento personal, y si, también aceptando que habrá cualidades que no se tienen, logros que no se obtienen solo por decreto, pero, de igual manera, hay otros que podemos desarrollar o fortalecer.
Admiremos más y dejemos de envidiar, por salud mental, en beneficio de nuestras relaciones y porqué envidiar es perder el tiempo… Un tiempo que mereces emplear en tu bienestar.
@Lorepatchen