Ráfagas: Tatiana Ángeles, cuentas pendientes
CIUDAD DE MÉXICO, 29 de mayo de 2018.- La percepción social de impunidad y corrupción ha incrementado en el presente sexenio, razón por la cual los ciudadanos desean un cambio de régimen y por ello los principales punteros de los comicios presidenciales manejan un discurso totalmente ajeno a la continuidad que ofrece el Partido Revolucionario Institucional (PRI), por lo que las campañas se han tornado en un claro distanciamiento del gobierno federal.
Los escándalos que han envuelto la administración de Enrique Peña Nieto se han convertido en créditos para Andrés Manuel López Obrador, quien recibió el enojo ciudadano para posicionarse como el puntero del proceso electoral desde hace varios meses, por lo que paradójicamente el mexiquense ha sido el mejor promotor del tabasqueño.
Casos como Tlatlaya, Ayotzinapa, la Casa Blanca, Odebrecht, la Estafa Maestra, la visita de Trump a México, el incremento de la inseguridad y los llamados gasolinazos son algunas de las causas por las cuales los ciudadanos están molestos con el actual gobierno y por ello ha atravesado los índices más bajos de popularidad, por lo que esta situación se traduce en el vigente proceso electoral, donde el candidato del PRI, José Antonio Meade, por más que maneje un discurso de honestidad está asociado con esta percepción.
El enojo e inconformidad de los ciudadanos ha generado que el candidato del PRI no salga del tercer lugar de las encuestas y que prácticamente la elección se defina entre dos candidatos que se han manejado antipriistas en el discurso, por lo que de acuerdo con los especialistas, el 1 de julio el voto de castigo podría provocar la salida del Revolucionario Institucional de Los Pinos.
En 2016 el PRI recibió un golpe casi mortal, perdió siete gubernaturas, entre ellas algunas en las que nunca había existido alternancia como Veracruz y Quintana Roo, y aunque conservó algunos bastiones como Hidalgo, Zacatecas y Tlaxcala, el resultado para el partido fue desastroso y provocó la salida de Manlio Fabio Beltrones de la dirigencia nacional, para que alguien allegado al grupo de Luis Videgaray—Enrique Ochoa Reza—se hiciera cargo de la reconfiguración de dicho partido.
Un año después en la elección del Estado de México—entidad con el mayor padrón electoral del país—el PRI tuvo menos votos que el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), pero con la coalición que integró con el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y el Partido Nueva Alianza (Panal) logró retener uno de sus bastiones más importantes.
El mensaje de la ciudadanía fue claro, el hartazgo y la indignación social por casos de desvíos de recursos debilitó al PRI al ubicarlo en el tercer lugar en una elección presidencial, situación que no ocurría desde 2006, cuando Roberto Madrazo compitió y se defenestró con su secretaría general, Elba Esther Gordillo, quien se alió con el panista Felipe Calderón.
A unas semanas de la elección más grande de la historia contemporánea de México, el PRI no figura en ninguna de las nueve entidades donde se decidirá gobernador, las cuales son competidas por el Frente por México y Morena con sus respectivos aliados, por lo que incluso podría sufrir una de las derrotas más grandes en su historia.
Mientras López Obrador ha calificado los gobernantes priístas como “la mafia del poder”, Ricardo Anaya ha acusado al “PRI-gobierno” de promover mayor desigualdad social y fortalecer la corrupción en todos los niveles, por lo que los ciudadanos en general apuestan por un cambio de estafeta con una nueva alternancia.
Luego de los impresentables ex gobernadores priístas como Javier Duarte, César Duarte, Roberto Borge y Eugenio Hernández que son acusados de fraudes millonarios del erario público y que en su momento fueron presentados como parte del “Nuevo PRI”, el partido más antiguo de México deberá buscar la manera de negociar con el próximo gobierno o en caso de que el siguiente mandatario no obtenga mayoría en el Congreso de la Unión, podría fungir como la balanza a su favor a cambio de otros proyectos.