Claudia Sheinbaum confirma su asistencia al G20 en Brasil
CIUDAD DE MÉXICO, 21 de agosto de 2018.- Como los dinosaurios, el PRI se enfila hacia su extinción.
El mismo político que salvó al PRI en el 2007, el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto, será el encargado de la inhumación final.
La operación para reafirmar la presidencia de Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari hasta 2019 llevará a una ruptura interna como la de 1987, cuando el precandidato Carlos Salinas de Gortari tomó el partido por asalto.
El presidente Peña Nieto va por el control del PRI para consolidar a la élite que llevó al partido de una votación de 32% en 2012 a 13.5%, por abajo del PT y del PES.
Si hoy martes el consejo político del PRI se somete a la decisión de Peña para mantener el control del partido en manos de Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari, Luis Videgaray Caso, Aurelio Nuño Mayer, Enrique Ochoa Reza, la no-priísta Vanesa Rubio y todo el grupo que despeñó al tricolor al quinto lugar legislativo, entonces Morena y López Obrador tendrán una no-oposición priísta.
Salvo la resistencia del grupo Democracia Interna del exgobernador oaxaqueño Ulises Ruiz Ortiz y una importante militancia, todo el priísmo aceptará la decisión del presidente Peña, a pesar de que el grupo peñista carece de una propuesta política, no supo aliarse con los viejos priístas y va a jugar en la cancha de López Obrador.
La estrategia del presidente Peña Nieto es la de convertir al PRI en su seguro político después del primero de diciembre para proteger los expedientes de irregularidades que han pululado en los medios desde 2014, pero a costa de convertir al PRI vía los acuerdos secretos con López Obrador en una oposición no-oposición u oposición domesticada.
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