(W) Ecos Sindicales: Operación Panal
Twitter: @OswaldoRamirezG
Anacronía. Error que resulta de situar a una persona o cosa en un período de tiempo que no se corresponde con el que le es propio. Condición de lo que es independiente del paso del tiempo o de los límites temporales.
Anacronismo. Derivado de Anacrónico, se refiere a algo que no se corresponde o parece no corresponderse con la época a la que se hace referencia.
Lo discursos del pasado 13 de agosto en conmemoración a la derrota del imperio mexica frente a los exploradores (conquistadores) españoles, tiene varias lecturas. Quisiera no ser reiterativo ni causar ámpula alguna ni con mis colegas ni con propios o extraños que saben más sobre este tema. Sin embargo, resulta por demás cansado y ridículo enfatizar en discusiones bizantinas (sin sentido) que dependen de diferentes perspectivas, así como con el ánimo y objeto de estas.
Por demás aludir a las críticas sobre la representación del Templo Mayor, réplica (con dimensiones menores a la original) que se construyó para tal ocasión en el zócalo capitalino y que fue iluminada con lienzos de colores. No es nada gracioso sino estúpida la lluvia de memes que algunos ociosos hicieron sobre dicha edificación prehispánica, y no es que defienda a la 4T ni mucho menos, pero aplica pues el viejo adagio “ningún chile les embona” antes bien nos habla de su pobreza e criterio, de su exceso de ignorancia y sobre todo de un dejo inconsciente de frustración que le hace criticar por criticar.
Si bien es cierto, lo que va de este sexenio mal llamado como “La Cuarta Transformación de México”, continuamente hemos visto ya sea en boca de nuestro Huey Tlatoani Andrés Manuel López Obrador o de personajes dícese políticos, dícese youtuberos, léase el caso del diputado Gerardo Fernández Noroña, interpretaciones sesgadas y a modo de hecho de nuestra historia, que le abonan más que leña a su discurso político, poco a poco le inyectan un interés a cierto sector de la población por nuestro pasado y las diferentes interpretaciones de éste, pero ello lo hacen bajo las diatribas insolentes de este par de políticos y no de especialistas historiadores.
Para el caso que nos ocupa mencionar los detalles de quienes discursaron, quienes fueron los invitados, qué y cómo dijeron las cosas sería una reseña sin sentido, pues ustedes mismo pueden mirar por el internet los detalles de dicha conmemoración. Sobra decir que para usos prácticos y por la relevancia que a mi parecer existen dos discursos para este análisis:
El primero, fueron las reflexivas palabras de la generalísima, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México Dra. Claudia Sheinbaum, quien en un recuento por la historia aterrizó el centro de su mensaje en la lucha por la reivindicación de las minorías, rescatando de ellos, la importancia de los grupos indígenas, sirva de paso señalar que en aras de esta en cultura generación de cristal (la cual poco aporta y mucho se duele), ya no son grupos indígenas sino “los pueblos originarios”, mismo chiste (aunque no sé si de los mismo autores) con relación a otras cuestiones como adultos mayores (para referirse a los ancianos) y el acoso escolar (léase pues el bullying).
Admito que las palabras de la jefa capitalina me llegaron un poco peor me dejó varias preguntas más que emocionantes como la de ¿Qué tan cierto es eso de luchar en contra de la discriminación y en pro de una re educación para mirar de manera distinta nuestra historia y todo lo que converge a cada proceso que compone la construcción de este país? México no existía hace 500 años, el nacionalismo romántico que lo creó deriva de finales del siglo XIX y tuvo su consolidación hasta principios y mediados del siglo XX con la llegada de la Dictadura Perfecta al poder.
Dejo la pregunta anterior al aire en un ánimo casi iluso de que algún día en un no muy lejano México, se deja de seguir educando en los mismos sermones postrevolucionarios (y priistas por cierto) matizados de otros detalles, solo para hacerle al cuento de que “ahora ya hay inclusión” “ahora ya hay reflexión histórica”. Jamás la habrá si quienes arengan en multitudes son un puñado de políticos ignorantes con o sin doctorado, lo mismo da.
Mucha buena fe con rescatar y reivindicar la memoria de los indígenas muertos pero ¿Qué hay de los vivos? ¿Qué hay de aquellos a los que indiferentes los transeúntes les regatean sus artesanías los vituperan y los maltratan? El mexicano es buenísimo para jactarse de sus raíces en septiembre pero le avergüenza el resto del año su origen. Tanto le avergüenza o le ciega la ignorancia que no es capar de aceptar las dos raíces restantes de su mestizaje; la africana y al asiática. De la primer apenas con el censo de INEGI se está dando cuenta de que existe, y de la última sus únicos referentes son los dibujos animados (anime) o bien aquellos remanentes que dejaron las olimpiadas pasadas.
Que mal hacemos como ciudadanos en fiarnos de los discursos politiqueros, por muy ben intencionados que estos parezcan, a cuyo caso el segundo que llamó la atención (obviamente) fue el expuesto por nuestro presidente. Una disertación que inició en intento de reconciliación, pero que por la lógica de quien lo emitió después de los dos minutos sobrevino en anacronismos y comparaciones fuera de lugar. En vano fue la cita del libro más reciente del historiador Pedro Salmerón “La Batalla por Tenochtitlan”. Me hubiese gustado escuchar frases citadas de autores como Miguel León Portilla, Carlos Matos Moctezuma o incluso algo de vasconcelismo en aras de una reconciliación y no la reincidente pifia de lamentos y resentimientos de 500 años.
En esa toma y daca discursivo el ofrecer perdón a los indígenas por las masacres creo que es un acto simbólico interesante, pero hecho al vacío si consideramos la hipocresía y falsa moral que menciono párrafos atrás. Opiniones de la oposición terriblemente disminuida no se hicieron esperar, una de ellas la del llamado Jefe Diego (Diego Fernández de Cevallos), político panista que a cuestas ha tomado ser el vocero moral de su partido, pero que con sus actos y antecedentes valdría más retirarse de la opinión pública, pues a riesgo de quedarse será gua o más ridícula su estampa que la de un ex presidente Vicente Fox.
Finalmente y para que entendamos que más allá de los discursos y conmemoraciones a modo, 500 años de la derrota de México-Tenochtitlan cuenta como un proceso que los habitantes de lo que ahora es México vivieron, padecieron lo los trasformaron. Mucho tenemos los mexicanos de hoy de indígenas, españoles, africanos y asiáticos, y poco o nada que reprocharle a una España que al igual que nosotros, no es la misma que la de hace siglos, con todo y que sigan soportando y manteniendo a su haragana clase monárquica.
Entender la historia de México hoy, debe ser la deconstrucción de viejos paradigmas ajenos a cualquier discurso político de hoy y de ayer. Cuando el mexicano (y con mucha esperanza) nuestra educación se finque en este orden de ideas, habrá superado sus viejas rencillas, dejara de ir cada 12 octubre apedrear la estatua de Cristóbal Colón o de hacer los ridículos huehuenches en New Age en centros arqueológicos (equinoccios). Entendamos la complejidad de nuestra identidad como un todo y no solo como una visión ridícula de mostrar su mexicanidad a modo solo en ciertas fechas, lugares u ocasiones.