Ráfagas: Voracidad panalista
La gestión de Lorenzo Córdova Vianello como consejero presidente del Instituto Nacional Electoral y el padrinazgo caciquil de José Woldenberg se han enfilado en rumbo de colisión con la decisión de grupos parlamentarios para una reforma electoral que elimine al organismo como un espacio antidemocrático de intermediación que limita el ejercicio de la verdadera democracia.
El INE nació como IFE para atender las quejas sociales del fraude electoral de 1988, pero se trató de un organismo que reprodujo la estructura intermediadora y autoritaria de la Comisión Federal Electoral de Manuel Bartlett Díaz: crear una Junta de Notables como consejeros electorales para determinar las características de una democracia controlada.
El IFE-INE tiene la facultad exclusiva de organizar procesos electorales, garantizar la participación de los electores, promover la información para el ejercicio del voto y contar los sufragios. Sin embargo, el consejo electoral actual será auto otorgado la facultad de definir qué es democracia y qué no es, entorpeciendo el funcionamiento de las relaciones sociales que determinan la democracia como la capacidad de decisión de las fuerzas sociales respecto del funcionamiento del sistema/régimen/Estado.
Córdova Vianello y Ciro Murayama han convertido al INE en un verdadero partido político conservador aliado a la oposición actual para contener el avance del partido mayoritario de Morena. El INE ha dedicado dinero y esfuerzo a una campaña ideológica para caracterizar al gobierno actual como populista sudamericano, sin entender que la democracia es el gobierno de las mayorías. Y ahora Vianello y Murayama se han dado la consigna de bloquear el debate sobre la reforma electoral como forma de modernizar la democracia mexicana.
Córdova Vianello proviene del sector jurídico de la UNAM que funciona como el guardián del modelo jurídico del PRI y arribó al consejo electoral del INE como parte del espacio caciquil de José Woldenberg como primer consejero presidente del IFE, de quien fue asesor. Y el cargo de consejero presidente fue producto de un acuerdo político de Córdoba Vianello con el presidente Peña Nieto.
En mayo del 2015 de nueva cuenta el presidente Peña Nieto le salvó el cargo a Córdoba Vianello después de conocerse un audio donde el consejero presidente se burlaba con tono racista de las comunidades indígenas que fueron al Instituto a defender sus espacios de participación política. A pesar de la violación de los criterios de la ley contra la discriminación, Córdoba Vianello fue sostenido por Peña Nieto como presidente del consejo general.
El IFE original fue inventado por el presidente Carlos Salinas de Gortari para crear un organismo electoral con participación ciudadana, pero bajo control gubernamental. En 1976, Zedillo le dio autonomía total al IFE, pero en la figura de Woldenberg y sus relaciones con el grupo Nexos de Héctor Aguilar Camín. Woldenberg se formó en la izquierda universitaria burocrática ajena a la izquierda comunista de la clase obrera.
La propuesta de Aguilar Camín-Woldenberg fue la fuga lateral de una transición a la democracia priísta basada en la consolidación de instituciones controladas por el Estado y sin salirse de los espacios concedidos por el PRI en busca de mayor legitimidad en el pluralismo.
En este contexto, el consejo general del Instituto ha funcionado como una especie de politburó de control de las definiciones y reglas democráticas basadas en la estructura actual del sistema/régimen/Estado fundado por el PRI en 1917. Se trató, pues, no de una transición a una república democrática de leyes e instituciones, sino a una reproducción del modelo autoritario de corporativismo casi de tipo fascistoide por las facultades asumidas por el Instituto para aplicar sanciones dignas del viejo autoritarismo del PRI y evitar una verdadera democratización.
El INE ha dejado de ser funcional para el funcionamiento de la democracia y se ha convertido en un obstáculo que quiere evitar reformas que lo conviertan en lo que debe ser: solo una oficina encargada de organizar elecciones y contar votos, sin auto otorgarse facultades para definir qué es o qué no es la democracia.
La reforma inevitable del INE es muy sencilla: terminar con el formato de consejo general de once varones que determinan el funcionamiento del sistema político y designar a funcionarios que se dediquen solo a organizar elecciones y contar votos, dejando los debates sobre la democracia al equilibrio partidista en el Congreso.
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