Responsabilizan de posibles accidentes a autoridades de Tula
La crisis en la cúpula del poder por el texto de Julio Scherer Ibarra en la revista Proceso debe salirse del juego de yo digo-tú dices y colocarse en el centro de la sucesión presidencial del 2024 con la nominación del candidato de Morena y los compromisos de continuidad de personas-proyectos-grupo.
El documento debe ser importar no por lo que dice, lo que insinúa y lo que deja a los ánimos de los lectores, sino por lo que no dice y sobre todo por el timing político de definiciones presidenciales.
Scherer violó una de las reglas fundamentales del régimen político mexicano: la ley de la Omertá o el compromiso de silencio que inventaron los mafiosos italianos. En su carta, dejó entrever el conocimiento de muchas más cosas de las que dijo para enfrentarse al fiscal Alejandro Gertz Manero y para solo ajustar cuentas burocráticas con la ministra Olga Sánchez Cordero porque ella fue una figura y posesión irrelevante en la estructura estratégica del equipo del primer círculo del poder del presidente López Obrador.
Y no se trata de secretos turbios o de Estado, sino del conocimiento cotidiano del funcionamiento de la presidencia unitaria lopezobradorista. Tampoco de suponer el nacimiento de un nuevo opositor, como el caso del exsecretario de Hacienda, Carlos Urzúa, quien se la pasa criticando las decisiones presidenciales sin causar estragos y solo para darle algunos elementos críticos a los opositores del presidente de la república.
Las formas presidenciales para recibir y procesar las denuncias contra Gertz han aportado algunos datos reales sobre el ejercicio del poder político presidencial. Scherer fue consejero jurídico del presidente solo por la relación personal pasada, pero el conflicto con Gertz ha mostrado que los asuntos jurídicos importantes se procesaron en otras oficinas.
Como ninguna otra sucesión presidencial en la historia del México posrevolucionario, la de 2024 tendrá su propia carga estratégica porque implicará la continuidad del proyecto lopezobradorista o su gestión –como en la sucesión del presidente Cárdenas al candidato estabilizador Manuel Ávila Camacho– habrá de durar solo seis años. El proyecto de revolución de estructuras políticas y de poder del cardenismo no encontró una continuidad no conflictiva y se tuvo que decidir por una opción anticlimática que inicio el proceso de descardenización.
El apoyo del presidente López Obrador al fiscal Gertz nada tiene que ver con la veracidad o tergiversación de los hechos denunciados, sino que estaría implicando la consolidación de un bloque de poder político indispensable para garantizar una continuidad media del proyecto lopezobradorista. La alianza del ministro presidente de la corte, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, con Gertz fue otro indicio de los acuerdos en la cúpula del poder.
La lectura estratégica del caso Gertz-Scherer debería contextualizar los márgenes de maniobra de los cinco precandidatos presidenciales formales: Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Adán Augusto López Hernández y Rogelio Ramírez de la O. Todo presidente de la república decide su sucesión en función de los alcances mayores o menores de su legado histórico y de la necesidad de blindar y consolidar los cambios en las prácticas políticas de su sexenio.
El tono del texto de Scherer no construyó un espacio analítico para ayudar su caso en torno al misil enviado por las delaciones de familiares del abogado salinista-peñista Juan Collado como una forma de ayudar a su salida de la cárcel. El título en portada de ese texto “Es hora de hablar”, que suele ser decisión editorial, pero que en este caso debió de haber contado con la autorización del autor, forma parte de la gramática del poder sucesorio que esconde revelaciones de ejercicio del poder dentro de los muros del despacho presidencial. Se recuerda, por ejemplo, el libro Luis Echeverría rompe el silencio, como una forma de alimentar las murmuraciones en la clase política.
Más que aclarar el tema de Collado, Scherer pareció decidir la ruptura de cualquier relación con el gobierno actual y quedar en el limbo político. A pesar de los cargos y las funciones, Scherer no es un político sino un funcionario del poder. Con todo, Scherer cumplió sus funciones al lado del presidente López Obrador, pero pareció haber dado una lectura política no estratégica a sus confrontaciones con Gertz.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.