Ráfagas: Denuncian corrupción en Tribunal de Arbitraje Laboral
INDICADOR POLÍTICO
Con la experiencia profesional de haber estado cerca en las sucesiones presidenciales de Luis Donaldo Colosio y Andrés Manuel López Obrador, el columnista Federico Arreola –en su espacio de sdpnoticias.com y ahora en El Independiente— utiliza un video musical de Claudia Sheinbaum para abrir un debate sobre el papel de la mujer y el feminismo en la candidatura presidencial de 2024.
Arriola cruza la información con el caso de la dirigente y activista feminista Malú Mícher y su participación en el equipo de precampaña del canciller Marcelo Ebrard. El tema se centra en la posibilidad –ahora sí– de que una mujer puede llegar a la presidencia de la República, sin dejar de reconocer el camino abierto con candidaturas pasadas que fueron simbólicas aunque sin viabilidades.
La agenda del feminismo se está posicionando en un buen espacio de la disputa presidencial a partir del criterio de que el tema de la mujer involucra a más de la mitad de la población, pero con la circunstancia agravante de que las mujeres están atravesando por una fase agresiva y hasta criminal en función de su condición de género.
El contrapunto del video de Sheinbaum y la referencia a Mícher fue una provocación en el escenario de mujeres que han tenido espacios destacados en el mundo, a veces para mal y a veces para bien, como la dama de hierro Margaret Thatcher, el fracaso de Hillary Clinton por asumir su condición de mujer, pero potenciar su figura de representar intereses geopolíticos ajenos al género y el caso exitoso de la canciller alemana Angela Merkel, sin duda una de las mujeres que construyeron la viabilidad del mundo en los últimos 20 años.
El papel de la mujer en la política de comenzó a despuntar con la victoria de Griselda Alvarez como la primera gobernadora en México apenas en 1979 por decisión del entonces presidente José López Portillo y ha llegado a la reglamentación legal de la paridad de género obligatoria en candidaturas masculinas y femeninas a cargos de elección popular, de manera sobresaliente en gubernaturas, terminando con el reinado machista.
El tema femenino, sin embargo, encara una de las peores fases de criminalidad por razones de género que pareciera reactivar el machismo dominante en una de las etapas de mayor apertura al reconocimiento de los derechos de la mujer no solo en política, sino, por efecto de la crisis económica, en el reforzamiento extraordinario del papel de la mujer cómo puntal de la familia.
El escenario femenino en la sucesión presidencial del 2024 potencia los casos crecientes de feminicidios, agresiones físicas a la mujer con ácido –como el caso de las saxofonistas oaxaqueña María Elena Ríos que sigue combatiendo el machismo del gobernador Alejandro Murat Hinojosa por proteger al agresor– y discriminaciones laborales que no reconocen que muchas veces las mujeres tienen mayores responsabilidades que los hombres
De 1982 a 2018, México ha tenido seis candidatas a la presidencia de la República –dos veces doña Rosario Ibarra de piedra–, algunas de ellas simbólicas por representar a partidos sin movilización electoral y la más cercana a posibilidades de victoria fue la de Josefina Vázquez Mota en el 2012 como candidata del PAN, pero sin el apoyo del presidente panista Felipe Calderón Hinojosa en uno de sus actos machistas que todavía requiere de una explicación política porque abandonó a la candidata de su partido para apoyar la candidatura del priista Enrique Peña Nieto como un figurín de la política metrosexual.
Ese escenario enriquece el planteamiento del problema que abrió Arreola al contrapuntear la precandidatura de Sheinbaum con su referencia a la participación de la dirigente feminista e histórica Mícher en la precampaña del canciller Ebrard por su condición masculina. Aunque no se trata de potenciar equipos y candidaturas de género, sí existen condiciones para abrir una ventana de modernización social en México con la posibilidad de que pueda existir la primera presidenta de la República.
Y queda la percepción de Arreola de que el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, pareciera estar descartado, pero no se toma en cuenta que su incorporación en la lista presidencial es reciente y que por sí mismo –su cargo anterior y el actual– en realidad le conceden méritos para haber sido asumido de manera oficial entre los considerados.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.