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Detrás de la guerra declarativa que hemos atestiguado en días recientes, entre los gobiernos de México y Estados Unidos, aparece un ingrediente que pocos quieren ver.
En efecto, está presente y a los ojos de los mexicanos el “fenómeno piñata”, que practican los políticos republicanos y demócratas que aspiran a la contienda presidencial en Estados Unidos.
Un “fenómeno” que, en el fondo, no es más que una disputa para que el electorado norteamericano decida quienes, entre republicanos y demócratas, golpea más y con mayor fuerza a México, a su fallido gobierno y, sobre todo, a su delirante presidente.
Sin embargo, y más allá del evidente “fenómeno piñata”, también está claro que el gobierno norteamericano ya inició una embestida contundente y con todos los recursos a su alcance para conseguir una mayor influencia en la decisión política más importante de cada temporada sexenal en México.
Sí, a través de sus informes sobre el mundo; mediante declaraciones de sus funcionarios federales; opiniones de legisladores y en general de políticos de todos los calibres, el poderoso gobierno de Estados Unidos ya empezó a dibujar el perfil del mexicano o la mexicana que, según sus imperiales intereses, deberá ser el nuevo presidente mexicano.
¿Ya dibuja el poder imperial de Estados Unidos el perfil del candidato o candidata presidencial para el 2024?
La respuesta a la interrogante anterior es afirmativa.
Sí, está claro que a través de acusaciones, descalificaciones, críticas, espionaje, informes y opiniones de alto nivel, el gobierno norteamericano, el Congreso de aquel país y sus partidos políticos califican y/o, descalifican a aquellos políticos –mujeres u hombres del poder en México–, a quien prefieren o no en el poder presidencial mexicano.
Por lo pronto y según tales informes, opiniones y declaraciones del más alto nivel, en Estado Unidos existe un total rechazo a la continuidad del fallido gobierno de Obrador; repudio que se expresa de manera clara y contundente.
Y es que, por ejemplo, legisladores de los dos partidos repudian la alianza del presidente mexicano con el crimen organizado; censuran el nacionalismo trasnochado de López que riñe con el TMEC; rechazan al populismo y condenan el acercamiento con las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua; además de que denuncian la persecución a la prensa crítica.
¿Y qué significa todo lo anterior?
Elemental, que la potencia del norte, que el mayor socio comercial de México repudia la continuidad que propuso y prometió AMLO apenas el pasado 18 de marzo en el grosero acarreo del Zócalo, en donde Obrador dibujó a Claudia Sheinbaum como sucesora de su impostura en el poder.
Peor aún, cuando el Departamento de Estado norteamericano reprueba a México en la defensa de los derechos humanos y en la persecución del crimen, la potencia del norte grita que México requiere un presidente eficiente, enemigo de la violencia y el crimen y amigo de la justicia.
Sin embargo, y por pura casualidad, ningún “tapados” de López cumple con ese perfil y el que más se aproxima se llama Marcelo y se apellida Ebrard.
Y aquí aparece las preguntas fundamentales.
¿Es cierto, o no, que para el gobierno de Estados Unidos el mejor candidato presidencial en México se llama Marcelo Ebrard?
¿Es cierto o falso que Marcelo se convirtió en aliado del gobierno de Biden, para llegar al poder en México?
El tiempo y el imperio del norte tienen la respuesta.
Por lo pronto, si aún dudan de que el gobierno de Estados Unidos ya se metió a la sucesión presidencial mexicana, juzguen ustedes.
Apenas en la primera mitad de agosto del 2023, el ex fiscal William Barr, dijo: “al presidente Obrador le gusta invocar celosamente la soberanía de México para impedir que los estadounidenses tomen medidas (contra el crimen), mientras él entrega la soberanía a los narcoterroristas”.
El ex fiscal del gobierno de Trump escribió una carta al The Wall Street Journal para responder a una columna del canciller, Marcelo Ebrard, en donde dice que el presidente mexicano no tiene interés en combatir a los cárteles y que únicamente “quiere abrazarlos”.
Según Barr, Obrador pretende que los carteles queden libres para traficar drogas a Estados Unidos y, de esa forma, serán más pacíficos dentro de México. Esta política ha fallado”, dice en su carta.
A su vez, el pasado lunes 20 de agosto, el Departamento de Estado del gobierno de Biden difundió el Informe Global sobre Derechos Humanos, que revela “problemas significativos” en México para garantizar libertades fundamentales.
El informe dice que las bandas del crimen, ligadas a las drogas, están fuera de control y que son responsables del nivel histórico de crimenes violentos, además de que agentes del Estado mexicano han cometido serias violaciones a los derechos humanos.
Y detalla que en México se han incrementado sin freno las ejecusiones extrajudiciales, la desaparición forzada, la tortura, la impunidad, la corrupción, las masacres y una impartición de justicia inexistente, además de la persecusión de periodistas y críticos del gobierno.
En respuesta, un enojado y cínico López Obrador sólo atinó a negar los hechos y acusó al gobierno norteamericano de “mentiroso” y de “creerse el gobierno del mundo”.
Luego vino una competencia de “dines y diretes” entre el presidente mexicano –que acusó a los norteamericanos de “mentirosos” de difundir “brodrios”, de hacer “politiquería” y hasta llamó al Departamento de Estado “un departamentito”–, mientras que funcionarios federales de EU desmintieron al presidente Obrador.
Al final, ayer miércoles, durante su comparecencia ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano, el secretario de Estado de Biden, el poderoso Antony Blinken, confirmó lo que todo el mundo sabe.
Sí, dijo que en el gobierno de López Obrador, las bandas criminales mexicanas se han apoderado de buena parte del terrotirio nacional y que en México mandan los cárteles de la droga y no el gobierno de AMLO.
¿Qué falta en la creciente disputa entre México y Estados Unidos?
Si, que el gobierno de Biden declare su amor por Marcelo Ebrard.
Al tiempo.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.