
Ráfagas: Carolina, se lo dice a Omar para que lo escuche Paco
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<<Si hubiera parque, usted no estaría aquí>>
Pedro María Anaya. Expresidente, militar y político mexicano (1794-1854).
La frase citada alude al episodio de la historia decimonónica de México cuando el general Anaya enfrentó al general Twiggs del ejército estadounidense en la batalla de Churubusco el 20 de agosto de 1847. Estas palabras han quedado para la posteridad a 176 años de dicho acontecimiento y reflejan el coraje, impotencia y honor con el que al ingresar el ejército invasor al exconvento le preguntaron al general, originario por cierto de Huichapan, Hidalgo, sobre en dónde se encontraban las armas. De haberlas claro, dicha ofensiva quizás no hubiese llegado a esa penosa derrota del ejército mexicano, la cual fue el preludio que llevó a las huestes yanquis con rumbo al Castillo de Chapultepec; las consecuencias desastrosas de dicho conflicto fueron el parteaguas para que nuestro vecino del norte se convirtiese a la postre en una potencia mundial, mientras que para el nuestro originó el recelo y la gringofobia que hoy sigue latente.
Sobre los detalles y la defensa de dicho lugar, las características de la construcción (convento de piedra), hicieron del lugar un punto de resistencia contra el enemigo, así como su ubicación, cruzando el río del mismo nombre, el cual sirvió para retrasar un poco el avance del ejército invasor. Sin embargo, los pertrechos y efectivos fueron insuficientes por lo que sobrevino la derrota. Con eso y todo, la defensa fue conformada por mil trescientos soldados a los que se le sumaron in regimiento conformado por civiles en su mayoría de origen español (piquetes de Tlapa). A estos se sumaron un grupo de migrantes alemanes e irlandeses, de católicos. Gran parte de estos fueron soldados desertores del ejército estadounidense que se sumaron a las filas mexicanas bajo la consigna de luchar por la causa del débil, pero sobre todo por la identificación cultural y de fe; se sentían más identificados defendiendo la causa de un país mayormente católico que la de sus superiores y del resto del ejército norteamericano cuya creencia eran protestante.
Este último se hizo llamar como El Batallón de San Patricio, y según fuentes de la época logró un número de cerca de ochocientos soldados, aunque algunos aseguran que solo fueron un refuerzo de trescientos hombres. Su nombre fue en memoria a San Patricio, misionero católico y santo patrono en Irlanda. Ello porque el grueso de voluntarios era originario de dicho país, aunque como se señaló en el párrafo anterior, también lo integraron irlandeses residentes en México, ingleses y algunos oficiales mexicanos de origen extranjero. El primer combate de los San Patricios fue en la batalla de Monterrey el 21 de septiembre de 1846, el líder principal fue un ex teniente del ejército invasor; John O´Relly, de origen irlandés. El batallón estuvo activo hasta 1850, posteriormente fue desintegrado. En memoria de su heroísmo y valor han sido rememorados en varias partes del país; en Monterrey, en la Cámara de Diputados (San Lázaro) está escrito el nombre del batallón, en la Plaza de San Jacinto, en la colonia San ángel de la Ciudad de México hay un monumento en su memoria, en la iglesia de Tlacopac, también en San Ángel; se trata de una cruz celta con una placa que tiene grabado varios nombres de los soldados irlandeses.
Desde luego también hay un registro y memoria significativa de este hecho en Churubusco, en la delegación Coyoacán en la Ciudad de México. Particularmente en las calles y colonias aledañas al exconvento que desde el 13 de septiembre de 1981 custodiado y dirigido por funcionarios y de investigadores del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia), alberga al Museo Nacional de las Intervenciones. Este recinto desde su fundación se ha convertido en promotor de dichos acontecimientos, albergando en sus instalaciones banderas, uniformes y piezas de diferentes periodos de la historia, destacando sobre todo las intervenciones francesa y estadounidense. Además de las exposiciones permanentes, cuenta con espacios para la realización de talleres, conciertos y representaciones teatrales, las cuales se efectúan por lo regular cada fin de semana. De ellas, las más importantes son las que se enfocan en recordar aquella batalla del 20 de agosto, por lo que a lo largo de cada año hay actividades culturales, mismas que se incrementan en la víspera de dicha fecha, además de conferencias, conciertos, desfile y un acto cívico alusivo.
Ahora bien, dejando un poco de lado este acontecimiento y cayendo quizás en anacronismos, las condiciones de ayer como las de hoy sobrepasan la unidad y la empatía cuando se trata de causas justas y de cooperación. México tiene una larga tradición diplomática y fraterna a nivel mundial, lo que sin ser una potencia mundial le ha dado un lugar de respeto en el mundo. La calidez, cordialidad y empatía se han cultivado a lo largo de los años, y pese a que existan problemáticas, algo que nos caracteriza es nuestra riqueza patrimonial en diversos rubros por la cual contamos con la “envidia de la buena” por parte del extranjero. Sirva esto como una lección para nuestro presente en el que la falta de conocimiento histórico y el malinchismo les atrapa en la conciencia a un puñito de obtusos, que en su afán de sentirse diferentes o “superiores” se tildan de extranjeros desdeñando sus raíces y masticando un spanglish de lo más horroroso. En cambio, otros abrazan con cariño nuestra patria, enamorados de su gastronomía, historia, música y riqueza cultural porque como decía Chavela Vargas “los mexicanos nacemos donde se nos da la gana”, y perdonen este arrebato de nacionalismo, pero la indirecta bien directa y sin escalas para aquellos recién nacidos que piensan que el chile pica más en Washington que en este territorio y que decir de los que prefieren “chicken” para su estómago “delicado” en vez de un mole o una barbacoa. ¡Válgame pues su ridiculez cu-linaria!
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