Ráfagas: ¿Malos manejos en la Comisión de Búsqueda de Personas?
PACHUCA, Hgo., 15 de septiembre de 2024.- La historia de México ha mostrado claramente cómo se gesta un rompimiento político. Curiosamente parte de este relato lo encontré en el libro “Picardía Mexicana” en un capítulo sobre los grafitis. La historia refiere que los presidentes anteriores a Lázaro Cárdenas residían en el Castillo de Chapultepec. Cárdenas, considerando ostentoso vivir en ese lugar, decidió trasladar su residencia a «Los Pinos». Con el paso de los días, alguien pintó un grafiti que decía: “AQUÍ VIVE EL PRESIDENTE”.
Cárdenas, cercano al pueblo, lejos de sentirse ofendido porque la pintura de la barda fue estropeada, ordenó que no lo borraran. Sin embargo, días después, la frase fue completada: “AQUÍ VIVE EL PRESIDENTE / … PERO EL QUE MANDA VIVE ENFRENTE”. Esta expresión popular fue la gota que derramó el vaso. Cuando Lázaro Cárdenas lo leyó, no hubo vuelta atrás; envió un ultimátum a Plutarco Elías Calles para que abandonara el país, y así fue como Calles salió desterrado. Con esta decisión se puso fin a los rumores que quien realmente gobernaba México era Calles y no Cárdenas.
Plutarco Elías Calles, expresidente de México (1924-1928) y conocido como el «Jefe Máximo de la Revolución», continuó ejerciendo un control significativo sobre la política mexicana después de su mandato, a través del «Maximato», un periodo en el que, aunque no ocupaba formalmente la presidencia, controlaba a sus sucesores. Ortiz Rubio, conocido como «El Nopalito», uno de los presidentes de este periodo, estuvo en gran medida subordinado a Calles.
Afortunadamente, esas situaciones, casi 100 años después, han quedado totalmente erradicadas. Y no lo digo irónicamente. Muchos que han tenido el poder han soñado con extenderlo más allá de su mandato, “dominando el arte de la ventriloquía y actuando como titiriteros” Carlos Salinas de Gortari, por ejemplo, creyó que con Ernesto Zedillo tendría asegurado otro sexenio de poder. ¡Cuán equivocado estaba!
En Hidalgo, la Sección 15 del SNTE ha pasado también por las ambiciones de sus exsecretarios que han pretendido extender su tiempo en el poder. Los líderes en turno se han visto obligados a decidir si desean ser recordados en la historia sindical como Pascual Ortiz Rubio o como Lázaro Cárdenas. Moisés Jiménez se atrevió de romper con Islas Chío; Sinuhé Ramírez decidió desconocer a Moisés Jiménez y Luis Enrique Morales marcó su autonomía con Francisco Sinuhé.
La pregunta inevitable para Said Vargas: ¿tendrá el valor de poner una sana distancia con Francisco Sinuhé y Sergio Hernández? ¿O seguirá permitiendo, a costa de su investidura, que los agremiados crean que quien manda en el SNTE son otros, menos él? Hubo un evento donde el dirigente seccional entregó los autos a los ganadores de las diversas rifas y ocurrió lo siguiente: El acto estuvo programado para el viernes 5 de septiembre, el mismo día del segundo informe de gobierno.
Realzaría este suceso la presencia del líder nacional Alfonso Cepeda que sería testigo de honor en la entrega de los automóviles y posteriormente ambos asistirían al segundo informe del gobernador Julio Menchaca Salazar. Sin embargo, cuestiones propias del Senado sobre la reforma judicial echaron abajo esa esperada visita. Su lugar fue ocupado por Jesús Jaime Rochín Carrillo representante del CEN del SNTE, al hacer uso de la palabra lanzó un polémico mensaje que debe ser leído entre líneas para saber lo que realmente quiso decir.
Rochín afirmó que “el comité ejecutivo nacional del SNTE no reconoce otro liderazgo que no sea el de Said Vargas Sáenz” ¡Más claro, ni el agua!¡Nunca a un secretario seccional le habían dicho una verdad de tal calibre directa y sin rodeos, dejando al dirigente en una situación incómoda y ambigua! Al tiempo que se le refrendó el apoyo de la dirigencia nacional, también lo mostró como un subyugado.
¿Por qué no se lo dijo en privado? ¿Era necesario hacer público ese mensaje? ¿Por qué decirlo en un evento con tan pocos asistentes? La respuesta es simple: si se lo hubiese dicho en privado, no existiría evidencia alguna. Decirlo en un evento multitudinario sería exhibirlo aún más y confirmar lo que hace tiempo se murmura: que comparte el poder. Seguramente Said no lo dijo, pero lo pensó: “¡Ya no me ayudes, compadre!” Si el mensaje estaba dirigido a Sinuhé Ramírez y a Sergio Hernández, fue un mensaje acobardado, pues ellos no estaban presentes.
Concluyo con lo más importante: ¿Cuándo y dónde el CEN del SNTE ha reconocido liderazgos que no sean los que un dirigente seccional posee? La respuesta es ¡Nunca! ¿entonces por qué y para qué proclamar algo que nunca ha sucedido?
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