
El uso del pasado
PACHUCA, Hgo., 12 de abril de 2025.-Diseñar programas de cultura de paz no puede ser un ejercicio solitario ni vertical. En contextos donde las desigualdades, los conflictos y la desconfianza social persisten, es fundamental que las propuestas que buscan fomentar el entendimiento y la convivencia se construyan desde el territorio, con la gente. Involucrar a los actores de una comunidad —líderes vecinales, jóvenes, mujeres, colectivos culturales, autoridades locales, entre otros— no solo es un acto de legitimidad, sino una condición indispensable para que los programas sean pertinentes, sostenibles y transformadores.
Cuando una política pública se diseña con una mirada compartida, se enriquece con saberes diversos, se vuelve sensible a las particularidades culturales y contextuales, y cobra sentido para quienes la vivirán. Esta participación activa genera sentido de pertenencia y compromiso, convirtiendo a la ciudadanía en protagonista y no en simple receptora. La construcción de paz, entendida como un proceso cotidiano de diálogo, respeto y justicia, se fortalece cuando quienes habitan un lugar se reconocen como parte de la solución.
Muchas veces, las propuestas nacidas desde un escritorio, por más bien intencionadas que sean, tienen limitaciones importantes. Al someterse a una mirada global, esos diseños originales deben ser cuestionados, reescritos e incluso replanteados para responder a los contextos reales. El territorio habla, y cuando se le escucha, el diseño se transforma y mejora.
Durante la implementación de programas de cultura de paz, surgen nuevas dinámicas, necesidades no previstas y oportunidades de mejora. Estas adecuaciones no deben verse como errores o fallas, sino como parte de un proceso de codiseño vivo y adaptativo. Son expresión de una administración pública innovadora, capaz de aprender y evolucionar con la comunidad, y no a pesar de ella.
Un paradigma que rompe la innovación en el sector público es el miedo al fracaso, no se debe temer que un planteamiento original no se cumpla y se modifique, en menester tener apertura para generar esos diálogos y conseguir mejores resultados.
La paz no se decreta: se cultiva. Y ese cultivo solo florece cuando se hace en colectivo, con raíces en la realidad y alas para imaginar un futuro compartido.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.