
Ecos y Huecos Sindicales / Matar a la gallina de los huevos de oro
PACHUCA, Hgo., 28 de abril de 2025.-Más de tres décadas después de su creación, en el caso de las universidades tecnológicas y más de 20 años de haber nacido, las politécnicas (UTyUP) representan en conjunto una columna crítica, pero frágil del sistema de educación superior mexicano. Nacidas para responder a necesidades de formación tecnológica que abonen al desarrollo regional, han sido, en muchos casos, verdaderos motores de movilidad social, especialmente en zonas semi urbanas, rurales y de alta marginación.
Su diseño innovador —carreras cortas de Técnico Superior Universitario (TSU), Ingenierías y Licenciaturas de fuerte vinculación con el sector productivo, enfoque en competencias y prácticas empresariales reales— lograron desde sus inicios insertar a miles de jóvenes en empleos de calidad. Casos como la Universidad Tecnológica de Querétaro, la Universidad Tecnológica de la Selva en Chiapas, la Universidad Tecnológica de Parras en Coahuila, la Universidad Politécnica de San Luis Potosí, la Universidad Politécnica de Pachuca y la Universidad Politécnica del Valle del Évora en Sinaloa, entre muchas otras, son ejemplos de instituciones que lograron detonar el desarrollo local y regional a través de la formación tecnológica pertinente.
Sin embargo, hoy este modelo enfrenta una encrucijada crítica. El crecimiento marginal en matrícula, la participación casi nula en modalidades educativas Flexibles, la baja oferta de posgrados y la limitada capacidad de adaptación Financiera son síntomas de una crisis estructural. La presión para ampliar la matrícula, abre la puerta para abrir programas más generalistas, provocando con ello una dilución peligrosa de la identidad tecnológica que las distinguía.
La expansión, sin un proyecto claro que guíe su sentido, no fortalece a las instituciones: las dispersa y debilita.
La esencia de las UTyUP era formar TSU y profesionales altamente capacitados, en respuesta rápida a las necesidades del aparato productivo. Hoy, el riesgo es desdibujar su esencia y transitar hacia un perfil universitario convencional, alejándose de su misión fundacional: responder de forma ágil a las vocaciones productivas locales, fortalecer el tejido económico regional y ofrecer educación de calidad cercana a las comunidades.
A esta deriva institucional se suma otro problema de fondo: la falta de liderazgo profesionalizado. Un análisis de género en los puestos directivos revela una concentración masculina abrumadora, pero también, en muchos casos, la ausencia de los requisitos básicos de formación de posgrado y gestión universitaria que el propio
sistema de origen, estableció como obligatorios. No solo enfrentamos una brecha de género, sino una preocupante brecha de profesionalización.
No obstante, sería injusto desconocer que el modelo de universidades tecnológicas y politécnicas ha demostrado ser, cuando se gestiona con visión y rigor, una herramienta poderosa de desarrollo económico y social. En regiones donde antes no había más que migración y precariedad, estas instituciones lograron consolidar clústeres productivos, mejorar el acceso a empleos formales y ofrecer alternativas de vida digna a miles de jóvenes.
Revalorizarlas es una urgencia nacional. Significa fortalecer su modelo original, mejorarlo, no abandonarlo. Esto conlleva actualizar sus planes de estudio pero en diálogo real con el sector industrial. Invertir en innovación educativa y modalidades virtuales para aumentar la cobertura y pertinencia. Profesionalizar los liderazgos, sin cuotas políticas. Reconectar con la sociedad para reafirmar su misión de inclusión y desarrollo regional.
Hoy, cuando el 64.9% de la matrícula de educación superior en México sigue estando en instituciones públicas, y cuando las regiones más vulnerables siguen necesitando alternativas reales de movilidad social, las universidades tecnológicas y politécnicas no deben ser vistas como una solución provisional: son un proyecto estratégico de país.
Las de chile seco:
"Hacer invisible el propósito fundacional de las universidades tecnológicas y politécnicas equivale a negar las fortalezas que les dieron sentido”.