
Ráfagas: Benjamín Rico ¿se va del PRI?
PACHUCA, Hgo., 5 de mayo de 2025.- Donde hay libertad de prensa, hay contrapesos. Hay fiscalización. En una época de ruido, desinformación y cinismo, el periodista sigue siendo una figura ética fundamental. No por heroicidad, sino por convicción. Y aunque a menudo es invisibilizado, el periodismo auténtico no necesita aplausos: necesita condiciones para existir.
Este fin de semana se conmemoró el Día Internacional de la Libertad de Prensa, y con ello, volvimos a preguntarnos qué significa ejercer el periodismo en un país donde buscar la verdad puede costarte la vida, la paz o la reputación. El tres de mayo no es una fecha para celebraciones simbólicas. Es una pausa obligada para mirar el estado de un oficio que, en México, vive entre el compromiso ético y el riesgo real.
En México, la libertad de prensa se encuentra bajo un doble asedio. Por un lado, la violencia sistemática contra periodistas —con más de 160 asesinados desde el año 2000—, y por otro, la captura del discurso informativo por parte de intereses políticos y empresariales. A ello se podrıá sumar un marco legal debilitado: la llamada Ley de Telecomunicaciones.
La libertad de prensa no solo se vulnera cuando se mata a un periodista o se censura un reportaje. También se vulnera cuando se traiciona el oficio desde dentro.
Porque si los medios pueden fabricar villanos, también pueden borrar víctimas. Y si pueden construir una verdad artificial, también pueden enterrar la verdad incómoda. En un país donde verdaderos periodistas son silenciados, exiliados o asesinados por denunciar la corrupción, ver cómo se prostituye el oficio para servir al poder es una traición no solo al periodismo, sino a la democracia.
Y es aquı́ donde debemos volver al principio.
Recuperar la ética. Volver a la verificación. Devolverle sentido a la palabra “reportar”. Recordar que el periodismo no es espectáculo ni herramienta de guerra política, sino un servicio público. Que el periodista no es un operador de intereses, sino un vigilante del poder en su aspecto más amplio.
Cuando la línea editorial responde más al poder que a la verdad, la libertad de prensa se convierte en una simulación.
Ese es uno de los claroscuros más peligrosos del periodismo actual: cuando se abandona el principio de informar para convertirse en operador de intereses. Cuando un encabezado miente, un video se edita con dolo, o una campaña negra se disfraza de reportaje. En esos casos, no se atenta solo contra una persona. Se atenta contra el derecho de la sociedad a estar bien informada.
El caso más sonado en los últimos días: documentos filtrados recientemente—aún no del todo verificados, pero ya virales— en una serie de reportajes mediante su hashtag #TelevisaLeaks: una aparente filtración que mostró cómo, detrás de cámaras, se construyen campañas de desprestigio, se manipulan notas y se orquestan narrativas con fines políticos.
En el archivo digital, la mentira se vuelve huella. Y la huella, historia oficial.
Pero frente a ese panorama, también resiste otro periodismo: el que sı́ investiga, el que incomoda, el que camina con libreta y celular en mano por comunidades donde nunca llega una cámara de televisión. Son reporteras que documentan feminicidios sin garantías; son periodistas independientes que revelan redes de corrupción en municipios olvidados. Muchos de ellos no aparecen en horario estelar, pero hacen periodismo de verdad.
Y son, precisamente, los más amenazados. México sigue siendo uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo. En muchas regiones, los periodistas viven entre el miedo, el silencio y la precariedad. Y aun así, siguen. Porque saben que sin periodismo, la democracia no es más que una simulación.
Por eso, este tres de mayo no pudo ser solo una conmemoración simbólica. Debió ser una advertencia. Defender a los periodistas que sı́ honran el oficio. Denunciar a quienes lo prostituyen para servir al poder. Y reconstruir la confianza del público en un periodismo que sirva al bien común.
El periodismo mexicano camina todos los días sobre una delgada línea entre el riesgo y la rendición. Pero aún quedan quienes, con el corazón blindado, siguen haciendo preguntas incómodas. Y mientras eso exista, aún hay esperanza.
Las de chile seco
La libertad de prensa en México es oxígeno democrático: invisible, pero vital.