
Ráfagas: Tepeapulco, extraño robo
PACHUCA, Hgo., 23 de junio de 2025.-En un mundo donde el éxito es un un ideal, hablar del fracaso suele incomodar. Sin embargo, en años recientes han surgido iniciativas que reivindican el valor de equivocarse. Una de las más emblemáticas es el Instituto del Fracaso, un espacio creado en Jalisco que busca documentar, analizar y compartir historias de proyectos que no alcanzaron sus objetivos, para convertir esas experiencias en conocimiento útil. Busca entender los errores y usarlos como base para innovar.
El Instituto del Fracaso parte de una premisa sencilla pero poderosa: el fracaso no debe ocultarse, sino analizarse sistemáticamente. Muchas veces, los proyectos —especialmente en el ámbito social y público— enfrentan desafíos imprevisibles, desde problemas de diseño hasta obstáculos políticos o falta de participación ciudadana. Documentar esas fallas permite generar memoria institucional, evitar errores y construir soluciones más eficaces. Aprendemos de los errores y puede ser a través de los errores de otros.
Aplicar esta lógica a los programas públicos podría representar una transformación profunda. En lugar de castigar el error o barrerlo bajo la alfombra, los gobiernos podrían implementar espacios de reflexión institucional, tipo laboratorios de innovación o “post mortems” de políticas públicas. Esto no solo haría más eficiente la gestión, sino que enviaría un poderoso mensaje: la transparencia también incluye reconocer lo que no funcionó.
Las ventajas son múltiples. En primer lugar, reduce costos. Aprender de los errores pasados evita repetir inversiones fallidas, además mejora la calidad del gasto público, al enfocar los recursos en estrategias probadas o ajustadas con base en evidencia empírica. Finalmente, fortalece la confianza ciudadana al mostrar un gobierno capaz de aprender, ajustar y corregir.
Esta visión también genera comunidades de práctica. Equipos técnicos, líderes sociales y gestores pueden compartir experiencias sin el estigma del fracaso, generando redes de colaboración donde el conocimiento fluye sin miedo ni juicio. La innovación social se nutre del ensayo y error, pero solo florece si ese proceso se vuelve consciente y colectivo.
Hablar del fracaso es hablar del futuro. En una administración pública comprometida con la mejora continua, reconocer lo que no funcionó puede ser el primer paso hacia políticas más humanas, eficaces y sostenibles. El problema es que nuestro sistema político tiene la tendencia a negar los errores y quitarlos del foco lo antes posible.