
Ráfagas: Los Rojo, cortejados
Niñas con cunas, no con juguetes: la impunidad detrás del parto infantil en México.
PACHUCA, Hgo., 30 de junio de 2025.-En México, más de 340 mil adolescentes dan a luz cada año. Esta cifra, reportada por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), nos coloca como el país con la tasa más alta de embarazo adolescente dentro de la Organización para La Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Pero más allá de las estadísticas, hay una realidad desgarradora que permanece oculta y silenciada: decenas de niñas, muchas de apenas 10, 11 o 12 años, están pariendo hijos de hombres adultos. Padres que duplican o triplican su edad. Y sin embargo, no hay denuncias. No hay justicia. Solo una sociedad que calla. Y al callar, consiente.
En 2024, la Secretaría de Salud documentó 30 nacimientos registrados de niñas menores de 13 años. En Texcoco, una niña de 10 años dio a luz a un hijo de un hombre de 37. En Ocosingo, otra de su misma edad parió un hijo de 36. En Matlapa, una de 11 años tuvo un hijo con un hombre de 43. Estos datos no provienen de rumores ni suposiciones: están oficialmente asentados en registros civiles, actas de nacimiento y reportes médicos. Y sin embargo, no hay carpetas de investigación. No hay imputaciones. Nadie responde.
Cada uno de estos casos representa una violación grave a los derechos de la infancia. El Código Penal Federal establece que toda relación sexual con una menor de 15 años es violación equiparada. El matrimonio infantil está prohibido desde 2020. Y desde abril de 2023 existe la figura penal de cohabitación forzada con menores. La ley es clara. No admite excusas culturales, usos y costumbres, ni pactos familiares. Y sin embargo, se ignora.
Lo más alarmante no es que estas violencias ocurran. Lo más grave es su normalización. Médicos que atienden partos de niñas sin levantar una denuncia. Personal del registro civil que inscribe como padres a hombres adultos sin cuestionamientos. Escuelas que no se preguntan por qué una alumna de primaria no volvió al aula. Fiscalías que no actúan, salvo que haya presión mediática. Todo un aparato institucional que ha aprendido a mirar hacia otro lado.
¿Dónde están los funcionarios encargados de proteger a la infancia? ¿Quién permite que una niña de 10 años sea madre, mientras el adulto responsable permanece libre? La respuesta es dura, pero evidente: estamos frente a una cadena de omisiones que no solo perpetúa el abuso, sino que lo legitima.
La Organización Mundial de la Salud ha sido contundente: el embarazo infantil no es un fenómeno reproductivo. Es una forma extrema de violencia sexual. Las niñas menores de 15 años tienen cinco veces más riesgo de morir durante el parto. Enfrentan partos prematuros, bebés con bajo peso, complicaciones obstétricas graves. En lo emocional, las secuelas son igual de devastadoras: depresión, abandono escolar, aislamiento, ruptura total del proyecto de vida. La maternidad forzada no solo les arrebata su infancia, les arrebata el futuro.
Otros países han mostrado que es posible actuar. En República Dominicana, la prohibición del matrimonio infantil redujo significativamente los embarazos de niñas. En Uruguay, la educación sexual se imparte desde la primaria. En Etiopı́a, empoderar a las niñas rurales disminuyó los casos de uniones forzadas. México tiene leyes de avanzada, pero sigue sin voluntad de hacerlas valer. Y esa distancia entre el papel y la práctica es un abismo de negligencia.
Se necesita mucho más que legislación. Que se garantice atención integral a las víctimas: salud física, mental, justicia, educación, oportunidades.
Porque no hablamos de números. Hablamos de infancias arrebatadas. De cuerpos violentados. De niñas obligadas a ser madres en un país que les falla una y otra vez. Cada parto infantil es una señal de alarma. Y cada funcionario que la ignora, la convierte en complicidad.
La pregunta no es, si estas niñas necesitan ayuda. La pregunta es si, como sociedad, estamos dispuestos a ver lo que hemos evitado mirar. Sí, estamos listos para asumir nuestra responsabilidad. Porque si no lo hacemos, no solo permitimos la injusticia. La estamos perpetuando.
Las de chile seco
Cuando una niña se convierte en madre, lo que falla no es solo su cuerpo infantil sometido a una maternidad precoz. Fallamos todos.