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CIUDAD DE MÉXICO, 16 de febrero de 2016.- Francisco imploró a seminaristas, sacerdotes y religiosas de todo México evitar la resignación que pretende imponer una realidad violenta y corrupta que parece haberse convertido en inamovible, informa la agencia de noticias del Estado mexicano, Notimex.
Ante más de 20 mil personas congregadas en el estadio Venustiano Carranza de Morelia, el Papa aseguró que, en la iglesia, los sacerdotes y consagrados no quieren ser “funcionarios de lo divino” ni “empleados de Dios”, es decir, simples subordinados.
En el primer acto de su breve estancia en Morelia, una misa, aseguró que cuando Jesús usó la oración “Padre Nuestro”, ésta no tenía el “gustillo” de la rutina o de la repetición, al contrario, tenía sabor a vida, a experiencia y a autenticidad.
Por eso, continuó, la invitación lanzada a todos los cristianos es a vivir una experiencia de amor misericordioso en la propia vida y en la propia historia, introducirse “en esa nueva dinámica de amor y de filiación”.
Insistió que los clérigos están llamados a participar de esa “vida divina” y deben tener mucho cuidado si no comparten con los demás esa experiencia, porque no son ni quieren ser “funcionarios de lo divino” ni tampoco ser nunca “empleados de Dios”.
“¿Cuál puede ser una de las tentaciones que nos podría asediar? ¿Qué tentación nos puede venir de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el desprecio por la dignidad de la persona, la indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad?”, cuestionó.
“¿Qué tentación podemos tener una y otra vez nosotros obispos, sacerdotes y consagrados de esta realidad que parece haberse convertido en un sistema inamovible? ¿Cuál puede ser una de las tentaciones que brota no solo de contemplar la realidad, sino de caminarla?”, agregó durante el sermón.
La palabra que resume la respuesta es “resignación” que frente a esta realidad se convierte en una de “las armas preferidas del demonio”. La resignación no solo impide proyectar, sino que también impide arriesgar y transformar, precisó.
“Una resignación que nos paraliza y nos impide no solo caminar, sino también hacer camino; una resignación que no solo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras ‘sacristías’ y aparentes seguridades; una resignación que no solo nos impide anunciar, sino que nos impide alabar”, apuntó.
Y concluyó con una invocación especial: “Por eso, Padre Nuestro no nos dejes caer en la tentación”.