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MÉXICO, DF., 1 de abril de 2015.- La noche de este miércoles, el humanista de origen francés, René Mey, fue naturalizado mexicano por el presidente de la República, Enrique Peña Nieto.
En una breve conversación con Quadratín Hidalgo, la esposa de Mey, Juliette Laure, quien también se naturalizó mexicana, precisó que para el humanista es un paso importante en su vida, debido a que esta nación tiene mucha fuerza espiritual y él quiso ser parte de esta gran fuerza.
SU HISTORIA EN MÉXICO
En Agosto del 2007, René Mey llegó a México, lugar que para él la espiritualidad siempre ha sido muy viva, con el fin de ayudar a que el país cumpla su misión y pueda llegar a ser un ejemplo de amor para el mundo, «ayudándonos entre nosotros para dar el primer paso hacia el despertar de la nueva inteligencia del corazón”.
René comenzó a reunirse con la gente de México, en un lugar histórico del país: el Bosque de Chapultepec, en «el árbol de la vida», donde daba sanación, les enseñaba a meditar y se comenzaron a formar los primeros terapeutas para posteriormente abrir los primeros centros humanitarios.
En el año 2010, se lanzó la primera película que trata sobre la vida de René: HIM, Mas allá de la luz, filmada en México, donde se explican sus facultades, el poder de la meditación y se transmite un mensaje de amor, que permite tener una apertura de conciencia y por lo tanto, un cambio para vivir más naturalmente, para estar más cerca de la vida y de los demás.
Durante estos años, René se dio cuenta de que quería y podía ayudar a más personas, pero era necesario encontrar otra manera que le permitiera ir en la búsqueda del saber, de llegar a otra forma de inteligencia; así, con la ayuda de seres de luz (como él lo llama), René aprendió la técnica de la meditación profunda, y durante 2 años se enfocó completamente a su práctica; su objetivo era bloquear por completo sus pensamientos, ya que éstos son los que limitan e impiden ir más allá de los sentidos, ir más allá de lo que los ojos pueden percibir.
Así, René entró en una segunda fase de meditación, donde su mente alcanzaba un estado de “vacío” tan profundo, que lograba bajar todas las vibraciones de su cuerpo, las tensiones, incluso las pulsaciones cardiacas y la respiración; esto le permitía aumentar todas sus vibraciones interiores y profundas, dando valor a lo que él llama su “estado de conciencia”, el «yo interior», el cual no tiene límite alguno y permite contactar con la fé.