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MÉXICO, DF, a 3 de junio de 2015.- En México, una tercera parte de los infantes sufre maltrato; sin embargo, esta cifra sólo se refiere a la violencia evidente, porque hay tipos más sutiles, como la negligencia y el abandono, que se dan en todas las clases sociales; no son registrados y alcanzarían al 70 por ciento de este sector, afirmó Noemí Díaz Marroquín, profesora de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
En la actualidad, se ha vuelto común que los pequeños no tengan más compañía que la televisión, los dispositivos móviles o los videojuegos, en parte porque los padres, debido al escenario económico actual, deben salir a trabajar; al regresar a casa, pocos tienen tiempo y energía para atender las necesidades de sus hijos, informó un comunicado.
En ocasión del Día Internacional de los Niños Víctimas Inocentes de la Agresión, que se conmemora este 4 junio, la jefa del Centro de Servicios Psicológicos Dr. Guillermo Dávila de la FP señaló: “Si consideramos a las familias como el lugar donde los menores deberían ser protegidos y socializados, hay algunas que no desempeñan estas funciones, pues para lograrlo debe haber un contexto de amor”.
La niñez necesita reconocimiento, valoración, apego y acompañamiento, y privarla de la protección y el cariño familiar es arrebatarle una parte fundamental para su desarrollo, indicó.
La terapeuta aseveró que cualquier forma de agresión tiene repercusiones psicológicas.
En el 70 por ciento de estos casos, los adultos son negligentes en su cuidado y, por lo tanto, hay un abandono emocional e indolencia ante sus requerimientos.
En muchos casos los pequeños cuentan con alimentación y seguridad, pero no es suficiente porque precisan acompañamiento y amor para crecer de manera óptima, subrayó.
Esta deficiencia se aprecia en todos los estratos socioeconómicos y se agrava en casos de pobreza y de pauperización extrema, donde las madres suelen ocuparse de los vástagos y los engendradores no están presentes.
En estos escenarios las mujeres están tan enfocadas en la supervivencia diaria que tienen poco espacio y vigor para propiciar apego y ternura; aun así hay quienes sí lo hacen, resaltó.
En contraste, en las clases altas hay buena cantidad de pequeños a cargo de nanas o choferes, pues en muchos casos los padres no se interesan por ellos.
Hay formas de maltrato más evidentes porque a veces la violencia no se da en todos los hermanos, sino en uno, y a ése se le excluye o es blanco de comparaciones lastimosas, descalificaciones y burlas hacia sus capacidades, aspecto y logros.
Los ataques físicos suelen darse si los padres consideran que ésa es la manera de disciplinar o que los hijos son de su propiedad, lo que equivale a no reconocer al niño como un ser individual, con exigencias y derechos propios.
En estos casos no hay conciencia de los progenitores sobre lo indebido y, por lo tanto, tampoco remordimiento.
También puede haber un entorno social violento que permea en la familia y se reproduce al interior. Entonces, todas las interacciones son agresivas: entre cónyuges, hacia los vástagos y entre los menores, añadió.
A veces las arbitrariedades del hombre hacia la mujer se desvían a su descendencia. Esta hostilidad siempre se da en cascada, del más fuerte hacia el más débil. En otras ocasiones, los padres dirigen sus conflictos hacia el menor, que experimenta el maltrato de ambos.
La académica reconoció que el daño se ejerce contra ambos géneros, “aunque al masculino se le castiga más físicamente debido a la ideología de que hay que hacerlos hombrecitos y al femenino le restringen actividades vitales.
En el rubro de abuso sexual, es más hacia ellas”.
La víctima
Por lo general, los maltratados físicamente son agresivos en otros entornos, tienen baja autoestima, poco sentimiento de logro y un retardo en su desarrollo social y cognoscitivo, refirió Díaz Marroquín.
Quienes son privados emocionalmente son más sumisos, proclives a ser vejados en otros contextos y al crecer presentan depresiones severas, afirmó la terapeuta.
Infancia no es destino y hay personas que pese a haber vivido con alta privación de amor y maltrato salen adelante por su capacidad de resiliencia; así, tras estar en condiciones extremas exhiben los recursos suficientes para no repetir patrones.
“Sin embargo, al llegar a la adultez la mayoría de las víctimas pasan a ser victimarios”, alertó.
La culpa es un elemento importante para que los padres se percaten del daño infligido e intenten repararlo; por ello, se debe tratar a toda la parentela, pues de otro modo no se puede salir de este círculo.
Una estrategia sería tener horarios complementarios para que los progenitores acompañen a sus hijos o buscar apoyo en redes familiares o institucionales. No hay soluciones sencillas para un problema tan complejo como el maltrato infantil, concluyó.