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MÉXICO, DF., 12 de marzo de 2015.- Ana Frank (1929-1945) “representa al millón y medio de niños muertos, simplemente por el hecho de ser judíos; forma parte de una generación perdida, es un símbolo universal”, afirma Bronia Maizel de Sigal.
La directora del Museo Histórico Judío y del Holocausto Tuvie Maizel comenta que la niña alemana que murió un día como hoy de hace 70 años, víctima de la tifoidea, pocos días antes de que el campo de concentración donde se encontraba recluida fuera liberado, representa al mismo tiempo la esperanza y la libertad.
“Ella jamás habló en su diario con amargura. Su frase famosa: ‘A pesar de todo creo que la gente es buena’ es un acto de fe en la humanidad. Lo grandioso de Ana Frank es que, a pesar de haber estado encerrada, nunca perdió la esperanza de un mundo mejor. Por eso es tan grande su figura”, agrega.
“Su legado sigue vigente, su diario ha sido traducido a varios idiomas y es muy leído. En México es un texto escolar obligatorio, por eso los niños mexicanos le tienen un cariño especial”, añade la promotora cultural.
Quien ha exhibido ya tres exposiciones dedicadas a Ana Frank cuenta que el diario de la niña sobrevivió porque, cuando sorprendieron a su familia, tras vivir durante dos años escondidos en lo que ella llamó ‘la Casa de Atrás’, ella aventó el cuaderno debajo del escritorio y la secretaria de su padre, una holandesa no judía, lo guardó”, detalla.
Frank nació el 12 de junio de 1929, en la ciudad alemana de Fráncfort del Meno, donde la familia de su padre vivió por varias generaciones.
La crisis económica, el surgimiento de Adolfo Hitler y el creciente sentimiento antisemita en la sociedad pusieron fin a la tranquila vida de la familia, por lo cual Otto Frank (1889-1980) y Edith (1900-1945), su esposa, decidieron dejar Alemania.
La familia reconstruía su vida en Ámsterdam. Cuando la amenaza de la guerra en Europa aumentó, Otto Frank intentó emigrar con su familia a Inglaterra o a Estados Unidos, pero dichos intentos fracasaron.
La Segunda Guerra Mundial estalló en 1939. El 10 de mayo de 1940, tropas alemanas invadieron los Países Bajos y los nazis se apoderaron del país, imponiendo medidas antijudías. Otto perdió su empresa y decidieron esconderse en la casa de atrás del edificio donde funcionaba su fábrica.
El 5 julio de 1942 llegó un citatorio por correo para Margot Frank, donde se le indicaba que debía trasladarse a un campo de concentración en Alemania, por lo cual la familia Frank pasó de inmediato a la clandestinidad.
Poco antes de tener que esconderse, Ana recibió de regalo de cumpleaños un diario personal en el que comenzó a escribir inmediatamente. Durante el periodo en que estuvo escondida, Ana escribió sobre lo que ocurría en la “Casa de Atrás” y sobre sí misma.
El 4 de agosto de 1944, los clandestinos fueron arrestados y trasladados a los campos de concentración. Pero el diario se quedó en la casa y se salvó.
Sharon Zaga, presidenta del Museo Memoria y Tolerancia, explica que, a partir de los años 60 de la pasada centuria, cuando salió a la luz el Diario de Ana Frank, “marcó un cambio brutal en el interés sobre el estudio del Holocausto, dado que el diario hablaba de una niña, de ese potencial perdido, de una historia humana, que no representa ni números ni datos ni cifras, sino cómo es la vivencia de una niña de 12 años”.
Dice que fue un acierto que el padre de Ana buscara como herencia hacer una casa de la memoria en Holanda. “Es un espacio plural donde ahora se reflexiona sobre los crímenes contra la humanidad actuales, que siguen muriendo millones de personas sólo por ser diferentes”.
Zaga destaca la importancia de obtener de la memoria “un aprendizaje para actuar, no sólo para recordar”.
Ninguno de los dos museos planea realizar un proyecto especial para conmemorar el 70 aniversario luctuoso de Ana Frank, porque la historia de la niña, coinciden ambas directoras, está bien representada en su exposición permanente. (Con información de Excelsior)