Ráfagas: ¿Malos manejos en la Comisión de Búsqueda de Personas?
Mientras las autoridades se empecinan en querer dar carpetazo al asunto de Ayotzinapa, con conclusiones poco convincentes y llenas de dudas, lo insidioso, la falsedad de ciertos hechos contamina el buen juicio y la objetividad de los personeros políticos, que intentan borrar un hecho totalmente vergonzoso en términos sociales, políticos y morales, por otro lado hay versiones independientes que parecen más objetivas y más cercanas a la realidad. Para colmo una cúpula política que con un discurso trillado, a toda costa quieren salvar lo insalvable.
La indignación por otra parte se dio en la mayoría de la sociedad mexicana, en mayor o menor medida hubo protestas a lo largo y ancho del país, reflejando que diversos sectores sociales no solamente mostraron sorpresa e indignación ante un hecho criminal, sino también desahogaban sus frustraciones sociales de un gobierno que no asumió una actitud de mayor responsabilidad ante los hechos, incluso mostrando cierta indolencia, pero asimismo como el autor de reformas estructurales que todavía la mayoría de la gente, aun no comprende cuales son sus objetivos. El símbolo de las 43 sillas vacías, se convirtió en un sentimiento de coraje y lucha por los jóvenes desaparecidos, desafortunadamente las vacaciones de navidad y la poca interacción entre diversos grupos sociales, en cierta forma difuminaron Ayotzinapa, por lo menos en el norte del país este ha sido el caso.
Aun así, Ayotzinapa ya rebasó el límite de todo, del esperar respuestas verídicas, de saber quiénes son los culpables directos (se sabe que hay detenidos, pero finalmente son los operadores de abajo) pero existe un silencio sobre las verdaderas causas de esa criminal desaparición. Es un hecho que el descontento continúa, pero hay el peligro que se vaya quedando más en el recuerdo de millones de personas que en acciones masivas que le den presión a que eso termine por resolverse, aunque solamente sea en el aspecto legal (si es que aun existe lo legal) porque social y políticamente es una mancha en la historia de este siglo XXI mexicano.
Lo peor de todo, es que la historia en este país nos enseña y nos hace olvidar, tal vez esta sea nuestra desgracia sociopolítica, Tlatelolco fue un parteaguas, pero que no trajo más que discusiones sobre el autoritarismo y el recuerdo épico de una lucha que pasó al olvido con el tiempo, pues las generaciones nacidas en los ochenta ya poco conocían acerca de la represión de Tlatelolco, luego vendría el levantamiento zapatista, después Aguas Blancas, ahora Ayotzinapa que se encima con Tlatlaya, es decir toda una serie de acciones que tienen que ver directamente con el autoritarismo, la ilegalidad y la obcecación de querer ignorar nuestro talón de Aquiles como país: la impunidad y la democracia fallida.
La supuesta modernidad mexicana, su inserción como socio de los países del norte desarrollado, sus reformas económicas y la democracia paralitica que tenemos (sin el eufemismo de discapacitada) son cosas totalmente fallidas, no sirven de nada ante la ola de acontecimientos que fragilizan nuestro estado de derecho y cuartea de forma riesgosa la cohesión social. Los sesudos análisis de los intelectuales del centro también abochornan, cuando siguen pensando que todo es el D.F. recordando aquel eslogan cursi de los setenta que decía “Todo México es Cuautitlán”, pues de repente dan la impresión de que no conocen este país. Es decir, somos un país heterogéneo donde se dificulta construir sociedad civil y donde además cada estado posee su propia problemática, tal vez por ello los grandes movimientos sociales que muchos esperáramos, no sucederán de forma caprichosa ni al gusto de cada quien.
Entonces después de Ayotzinapa las cosas seguirán casi igual, a no ser por que sucediera “un milagro social o político” de cambio trascendental, que se duda en estos momentos de crisis moral y política en el que vive el país. Duele vivir en un país como México, señalado por los organismos internacionales como invivible, pero bueno aquí estamos, no sabemos qué otra tragedia nacional nos haga avergonzarnos de este lugar que nos vio nacer, la verdad no sabemos nada al respecto. Vienen las elecciones para renovar diputaciones federales, sus resultados de una manera u otra, darán sorpresas, para bien o para mal. (Cortesía de Colloqui)
* Samuel F. Velarde es Doctor en Relaciones Transpacificas por la Universidad de Colima. Obtuvo Mención de Honor en el III Premio del Liberalismo en América Latina 1996, convocado por la Revista Perfiles Liberales de Bogotá y la Fundación Friedrich Naumann. Ponente en la Universidad de Estudios Extranjeros de Busan, República de Corea y en la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá, Colombia. Es miembro de la Academia Mexicana de Estudios Coreanos.