Así no, presidenta
CIUDAD DE MÉXICO, 26 de mayo de 2016.- Precisamente hace casi un año, 11 meses para ser más precisos, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, fallaron a favor de declarar inconstitucionales las leyes de los estados que definen al matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, lo cual fue considerado como discriminatorio para los derechos que garantiza la Constitución a todos sus habitantes.
Esa jurisprudencia que emitió la SCJN, representó un avance decisivo para la comunidad homosexual en busca del matrimonio igualitario, tras casi una década de lucha legal en México, constituyendo un avance histórico en nuestro país.
Aun a pesar de que las legislación de cada entidad, vía sus Códigos Civiles negara posibilidad alguna de contraer matrimonio civil a parejas del mismo sexo, la decisión de la corte, da la opción de promover un juicio de amparo que basándose en la jurisprudencia ya mencionada, obliga a las autoridades correspondientes a conceder ese derecho igualitario que no los sitúa a los contrayentes en una posición de ciudadanos de segunda.
Haber llegado a ese punto no fue sencillo ni rápido, previamente y tras largos años de lucha, la Asamblea Legislativa del (todavía) Distrito Federal (ALDF) aprobó el 16 de noviembre de 2006 la Ley de Sociedades de Convivencia, una legislación que no equivalía al matrimonio, pero que otorgaba derechos casi idénticos a cualquier tipo de pareja; posteriormente y de manera histórica también, el 17 de marzo de 2007, entró en vigor en el D.F., con lo que las parejas LGBTTTI tuvieron por primera vez una unión civil reconocida en la capital mexicana. Esta figura jurídica, tuvo un nuevo avance y en diciembre de 2009 la ALDF modificó el Código Civil local para redefinir al matrimonio como la unión entre dos personas, sin importar su género, modificación que cobró vigencia en marzo de 2010, teniendo un gran éxito al registrarse la unión de 700 parejas que obtuvieron sus actas de matrimonio, tan solo durante el primer año de vigencia de la citada ley.
Desde entonces y hasta la fecha, varias entidades y ciudades han registrado distintos niveles de avance en esta inercia política de vanguardia, que coloca al país y especialmente a su capital, como punta de lanza para la defensa de los derechos e igualdad de todos sus ciudadanos.
Hace pocos días y de manera un tanto inesperada, el titular del gobierno federal se subió al tren de esta iniciativa y anunció que enviara una propuesta a las cámaras para elevar a rango constitucional el derecho igualitario para matrimonio homosexual, haciendo adecuaciones al Art. 4 constitucional. De inmediato se hicieron patentes los comentarios y posicionamientos de grupos clericales de varias denominaciones, fijando su postura ante un tema eminentemente de competencia exclusiva de las autoridades civiles y la ciudadanía.
Especialmente la iglesia católica se manifestó contraria a esta iniciativa a la que calificó como una “destructiva y perversa ideología de género, que deforma la realidad antropológica y socaba los valores fundamentales que históricamente han dado forma a la familia y sociedad mexicana».
El principal órgano de difusión de esta iglesia, “Desde la Fe” se adjudica la autoridad de decirnos que el verdadero matrimonio -sólo puede darse entre un hombre y una mujer-, y aunque dice que no pretende imponer sus dogmas, si se pronuncia satanizando este avance democrático en nombre de la “ética y moralidad”.
Mucho se ha discutido ya al respecto, sin embargo como país y sociedad que pretende crecer y avanzar, no podemos permitir que agoreros de la manipulación impongan trabas y retroceso en términos de libertad y derechos fundamentales.
Ya también se ha hecho mucho hincapié en la incongruencia al pretender frenar estos avances, pero por otro lado cerrando los ojos ante las monstruosidades que muchos de sus hombres de sotana han cometido en contra de cientos de niños, y ocultando o solapando estas acciones e incluso protegiéndolos y hasta intentando justificarlos, y obviamente sin pronunciamiento en contra. Posiblemente uno de los ejemplos más terribles de doble discurso y traición a su primordial instrumento de trabajo, la moral.