(W) Ecos Sindicales: Operación Panal
Levantones, cobro de piso, tableados, halcones, dealers, son términos que hasta hace una década no existían en la huasteca hidalguense y especialmente en Huejutla, el corazón de esta impresionante y a la vez contrastante región de Hidalgo, donde la venta de enervantes han roto con la tranquilidad en que vivían los huastecos hidalguenses.
Apenas el lunes pasado, un joven veinteañero viajó de Atlapexco a Huejutla y “despareció” para resurgir en la clínica de Atlapexco, con golpes en todo el cuerpo y una leyenda escrita en su estómago: “eso me pasa por ratero”.
Su primera versión es que su patrón, dueño de un negocio en el lugar, lo envió a Huejutla a hacer un mandado y lo levantaron unos desconocidos, quienes lo “tablearon”, una práctica de los grupos delictivos para escarmentar a quienes no obedecen sus órdenes.
Luego, otra versión de sus conocidos, es que desde hace meses se dedica a la venta de drogas y tal vez por no pagar a tiempo a sus proveedores, fue que lo castigaron.
Un exalcalde de esta zona, sufrió el secuestro de su hijo y ante el clima creciente de inseguridad, decidió vender sus propiedades a una familia de apellido muy navideño, para desaparecer e irse a vivir muy lejos de aquí.
La “moda” ahora es que en las comunidades ya hay “halcones”, jóvenes desempleados o inactivos que fácilmente son cooptados por los grupos delictivos para convertirlos en sus ojos en las comunidades para decirles quién tiene vehículos o maneja dinero y convertirlo en una eventual víctima.
Lo que comenzó como una actividad ilícita en las zonas urbanas, se ha extendido a las comunidades, donde la tranquilidad se ha perdido y andar por las veredas y caminos ya es un riesgo, más si se circula de noche.
De las autoridades poco se puede decir, pues luchar contra un poderoso mal como
es el que forman los grupos delictivos, es complicado y en estos tiempos la
actividad se centra en las campañas políticas, pero pocos se atreven a hablar
de este nuevo flagelo y el daño que causan al tejido social de esta región.
Es mejor hacer oídos sordos y dejar que las cosas pasen, con la esperanza de que a quienes se atreven a ponerlo en las conversaciones informales, no les pase nada ni tengan consecuencias por sacar a la luz este nuevo problema en la huasteca.
A propósito de esta bella región, hay que recordar que ayer 27 de abril, se cumplieron 8 años de la partida del padre José Barón Larios (y una noche antes del padre Samuel Mora Castillo), un luchador social, comprometido con los más desposeídos y con quienes luchó en la década de los 70 por la recuperación de las tierras, entonces en manos de los latifundistas.
Una misa sencilla y un breve convivio en la comunidad de Ixtlahuac II, fueron el marco para recordar al padre José, cuyos restos se encuentran en la pequeña e inconclusa capilla, que fue el sueño del propio Barón Larios, quien quería que sus amigos tuvieran su propia iglesia.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.