Gabinete de seguridad informará sobre crimen en plaza Miyana: Sheinbaum
La complacencia de la sociedad mexicana sobre el abuso presidencial es de antología. Una y otra vez, a lo largo de seis años, López Obrador hizo del espacio informativo matutino prédica moral para mentir groseramente, incurrir en violaciones legales flagrantes como la divulgación de datos protegidos, calumniar arteramente a críticos y adversarios, así como injuriar a funcionarios judiciales o titulares de órganos autónomos. Su modelo de independencia fue la CNDH y su némesis la Suprema Corte de Justicia.
Hubo impunidad legal y social ante una sociedad pasiva y élites expectantes. La ilegalidad se normalizó y se impuso a la nueva presidenta en un contexto diferente. El perfil de la presidenta Sheinbaum asume costos mayores por los estándares de veracidad heredados. La mañanera como recurso eficaz de propaganda dio de sí y ahora es, más que todo, contraproducente e inoportuna especialmente para los temas o circunstancias críticas, ejemplo la inseguridad o la relación con Canadá y EU.
Una diferencia adquiere relieve, López Obrador era un actor disruptivo, sin ningún sentido de límite legal, ético o político del poder. La sociedad se acostumbró a lo largo de más de dos décadas de exposición pública. Su disculpa sobre afirmaciones falsas fue ocasional, una a quien esto escribe; el tema es la libertad amplia de la que gozaba, se puede decir que las condiciones de eficacia para lograr apoyo popular eran el fondo y forma de su mensaje mañanero, el que era replicado por los medios de información. Los extremos de irresponsabilidad e impunidad son irrepetibles, caso de la gestión criminal de la pandemia que significó cientos de miles de vidas perdidas.
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