
Ráfagas: Sectur Hidalgo, caravana con sombrero ajeno
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<<Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica>>
Salvador Allende, expresidente chileno (1908-1973).
Dicen que no hay mal que dure cien años, pero esta máxima quizás no aplique para Henry A. Kissinger político estadounidense de origen judeoalemán que el pasado 27 de mayo cumplió la centuria de edad; Kissinger fue un personaje clave durante la década de 1970 no solo para los Estados Unidos, sino para la política mundial, que por aquel entonces estaba en su punto crítico en franca competencia contra el bloque socialista. Fue secretario de Estado durante el mandato de Richard Nixon y Gerald Ford (entre 1969 y 1977), pero será con Nixón con quien afianza un verdadero poder a través del intervencionismo descarado en varias partes del mundo, particularmente en América Latina, donde con el pretexto de frenar el avance comunista se instauran varios gobiernos militares serviles a los intereses de nuestro vecino del norte: Venezuela, Haití, Brasil, Argentina y Chile, algunos de las infortunados y celebres en ello, al auspicio de Washington en pro de gobiernos que mantuvieran el control a su favor se le conoce como gorilismo latinoamericano.
Tal como sigue sucediendo ahora, los Estados Unidos solían “tapar el sol con un dedo”, la manera de hacerlo era recurriendo a distractores que de cierta manera le generaban un alivio. El escándalo de Watergate que consistió en el allanamiento ilegal de personal de seguridad del gobierno de Nixon a las oficinas del Partido Demócrata el 17 de junio de 1972, para sustraer documentos cuya finalidad era mantener controlados y acosados a políticos y activistas opositores a su mandato. Esta maniobra puso al descubierto a dicho mandatario y jalo el hilo a una serie de actividades que derivaron con el origen fraudulento de su segunda reelección. Para entonces era cuestión de tiempo para la dimisión de Nixon fuera una realidad, por lo que uno de los acontecimientos que intentó dar un respiro y distracción a sus votantes fue acelerar el golpe de estado en contra del gobierno chileno, el cual desde finales de la década de 1960 se encontraba vigilado e infiltrado con agentes de la CIA. Pese a que su postura fue ambigua en principio, con el tiempo se demostró la anuencia y complicidad con la derecha chilena; en 2020 el Archivo de Seguridad Estadounidense sacó a la luz documentos que admiten las maneras en las que se intentaba desestabilizar al gobierno de Salvador Allende.
Según estos informes se fraguaron todo tipo de trabas desde Washington para que Salvador Allende tomase la presidencia de Chile, la CIA ideó dos planes para que esto no sucediera; el Track One, que consistió en que el Congreso eligiese a Alessandri; éste renunciaría y se llamaría a nuevas elecciones en que la derecha apoyaría a Eduardo Frei. El plan fue conocido también como el gambito Frei, sin embargo, no funcionó. El segundo fue conocido como Track Two, consistió en crear un clima de inestabilidad política, para que las Fuerzas Armadas intervinieran y anularan la elección, el líder de este fue el general Roberto Vlaux, cuyo plan era secuestrar al comandante en jefe del ejército René Scheider, y provocar así incertidumbre e inestabilidad. Este plan se llevó a cabo, pero pese a que sus asaltantes huyeron, el general salió malherido y murió días después a consecuencia de la intentona.
Pese a que no salieron del todo estos planes, el gobierno de Salvador Allende (1970-1973) resistió los embates. No obstante, los esfuerzos de la derecha instigados por la CIA dieron sus frutos un 11 de septiembre de 1973. El golpe militar dirigido por el general Augusto Pinochet puso freno a las reformas sociales que Salvador Allende había generado en pro de su pueblo. Una de las mayores ganancias de la derecha con el golpismo militar fue el recuperar sus privilegios dentro de los cuales destacaron jugosos negocios con empresas mineras, casualmente procedentes de los Estados Unidos. Pese a que el daño ya estaba hecho y la República de Chile pasase por uno de sus episodios más dolorosos de su historia reciente, a Richard Nixon no le alcanzó para ver los frutos de su política bilateral con el país sudamericano; el 6 de agosto de 1974 como consecuencia de un proceso de destitución abierto por parte del Congreso de los Estados Unidos, Richard Nixon renuncia a su cargo. Kissinger en cambio, sobrevivió a la embestida como pieza útil para el gobierno suplente a cargo de Gerald Ford, y todavía hasta hace algunos años lejos de considerarse como uno de los más infames secretarios de estado de EE. UU., es objeto de “admiración” en esa doble moral que caracteriza la política bilateral de nuestro país vecino del norte.
A nosotros los mexicanos nos queda en la memoria de la visita de Salvador Allende en aquel lejano 1972 y en el que el 2 de diciembre de aquel año, con un auditorio a tope que hoy lleva su nombre en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, dio su enigmático y esperanzador discurso, del cual rescaté al principio la frase al inicio de esta nota. Si bien es cierto que para entonces el fantasma del halconazo seguía presente, fue México, junto con Perú uno de los pocos países empáticos en América Latina con lo que era llamado “el experimento socialista”. Finalmente, el llamado a la juventud que entonces arengaba Allende en aquel recinto estudiantil debería ser revisado y releído hoy en día, más allá de los refritos y discursos demagógicos de nuestros políticos mexicanos que hoy se dicen de izquierda. El mismo llamado de atención para el actual mandatario chileno, Gabriel Boric que pese a provenir de un movimiento de izquierda (Unidad por Chile), que apenas si ha dado tibios resultados en salud pública y un raquítico aumento del salario mínimo, pero que de vez en vez se acerca tímidamente a la derecha progre de facto o con comentarios como el de exculpar a su predecesor diciendo “Piñera es demócrata” Vaya pues, que si entonces hay contradicciones biológicas ¿No?
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.