Ráfagas: Otra más de la CAASIM
PACHUCA Hgo., 21 de enero de 2019.- No encuentro mejores palabras para expresar mi sentir, que lo escrito por el poeta William Butler Yeats, “A medida que brotan las palabras que escribo, me lleno de incertidumbre y no sé cuándo soy el dedo, cuándo el barro”. La tragedia acontecida en Tlahuelipan me ha dejado acongojado como a muchos mexicanos, hasta el momento de escribir estas líneas, 89 muertos y 51 heridos, la mayoría de ellos graves
Las redes sociales, junto con los medios de comunicación nos han mostrado una y otra vez, las imágenes aterradoras de la tragedia. Es imposible no verse afectado con los gritos de desesperación de los heridos, que dan muestra de su sufrimiento, la desesperación de las familias, y los cuerpos calcinados. Jóvenes, padres de familia, niños con rostros irreconocibles.
¿Imprudencia? ¿necesidad? ¿delito? ¿castigo? Nadie lo festeja. Las condiciones de este país siguen siendo injustas. Las diferencias abrumadoras. Pero por ningún motivo se puede señalar cómo culpable a la miseria de la muerte de decenas de personas.
Si existe algún culpable, es la indolencia de los directivos de la paraestatal que a través de los años se hicieron cómplices, ya sea por omisión, o por las pingües ganancias que les generaba el robo de combustibles, en conclusión la corrupción rampante en todo su esplendor.
Solo después de la perdida y del dolor de tantas familias, duele también la injusticia, mueren quienes aprovecharon la oportunidad para abastecerse de combustible, pero los grandes beneficiarios del saqueo de la paraestatal siguen disfrutando de una riqueza ofensiva, ellos son los que robaban sistemática, descarada y cínicamente el patrimonio de todos los mexicanos.