No alcanza
Locke y Montesquieu, sentaron las bases del equilibrio de poderes en una democracia, para no concentrar el poder en una sola figura y concibieron el reparto de funciones como algo necesario. La división tradicional de poderes otorga facultades al Ejecutivo, al Legislativo y al Poder Judicial con el fin de mantener la armonía.
Hoy, con el nuevo mapa político del país, los contrapesos que son la esencia del juego democrático se han visto disminuidos, dando paso a una hegemonía de partido que se ha traducido en una marcada discrecionalidad, que eventualmente podría generar abusos.
La voluntad de los electores fue clara, y otorgo a Morena una mayoría indiscutible en el Congreso de la Unión, y en los congresos estatales. Lo que les permite hacer y deshacer, sin negociar con nadie.
Empero, quienes hoy gobiernan no estaban preparados para enfrentar la realidad y los escenarios regionales. En nuestra entidad, los diputados Morenistas, vagan a la deriva, sin ton ni son.
La instalación de un pequeño feudo, al interior del Congreso local, ha hecho patente que predominan intereses de grupo. El presidente de la junta de gobierno, el morenista Ricardo Baptista no ha sabido establecer perspectivas de gestión pública acordes con la política federal.
Valga un ejemplo: Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, ha impulsado una austeridad republicana e inclusive recientemente se ha pronunciado en el sentido de ser necesario, de instaurar “una pobreza franciscana”, para destinar más fondos para el bienestar y desarrollo de México. En el Congreso de hidalguense no solo no existe la mesura, ni la inclinación al ahorro, si no que además se aumentaron el 52 porciento de su presupuesto.
La austeridad es letra muerta en la soberanía hidalguense, los legisladores se niegan ha aceptarla, y se ponen así mismos un freno, como punto de partida de su evolución política.