(W) Ecos Sindicales: Operación Panal
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<<Estoy convencido que uno de los tesoros que guardan los niños es la dicha de ser abuelo>>
Abel Pérez Rojas. Educador mexicano.
Inicialmente era denominado como “Día del anciano” o “Día de la senectud”, después cambió su nombre a “Día Nacional del Adulto Mayor”, finalmente hoy se le conoce oficialmente como “Día Nacional de las Personas Mayores”. Ser adulto mayor no es lo mismo que ser abuelo, no obstante para la pertinencia sociopolítica de las décadas recientes, el 1983 se estableció esta fecha como la que conmemora al adulto mayor y en 1994 se propuso que a esta se le sumara el día del abuelo. En su conjunto ambas quedaron unidas el mismo día: el 28 de agosto.
Según el censo población del INEGI, los adultos mayores (de 60 años y más) pasaron de 2010 de 9.1% de la población total a un 12% en 2020. Lo cual implica un significativo aumento de 3%. Es indudable que esto nos proyecta a largo plazo un posible envejecimiento de la población mexicana. Ello en función a la proyección de individuos de clase media, media alta y alta están quienes están optando por no procrear o su tasa de natalidad es baja. Caso opuesto cuando hablamos de los estratos pobres de la sociedad donde estas proyecciones se disparan al lado contrario.
Volviendo al tema de las pensiones, desde mayo de 2020 el apoyo para adultos mayores de los 65 años es un derecho. Es uno de los grandes logros de la 4T, quizás porque no se trata de una ocurrencia sino de un programa pensado con antelación y que se venía aplicando de manera local desde hace un tiempo cuando el presidente Andrés Manuel fue Jefe de Gobierno del Distrito Federal (2000-2005). Se planea que la pensión suba gradualmente logrando un aumento adicional del 20% anual para fines de 2024. Este apoyo ha sido otorgado de manera continua y en general sin contratiempos, para fines de este mes se pretende beneficiar en gran medida a personas de esta edad cuya situación sea vulnerable. Se pretende que el beneficio a estos lugares llegue a más de 10 millones 200mil personas. Para el caso del estado de Hidalgo, se tiene programado que desde el viernes próximo se otorguen nuevamente los pagos en todos los municipios.
Opinión distinta me merecen las becas intituladas “jóvenes con futuro”, las cuales son repartidas a granel sin un control hacia los antes llamados “ninis” en cuanto a la productividad real que generan para la sociedad. Otro ejemplo es la operatividad de las Universidades del Bienestar Benito Juárez, cuestiones la contratación docente, el retraso en sus pagos, la infraestructura y los resultados prácticos de los potenciales egresados preocupan y ocupan.
En este mismo orden de ideas nada bueno auguro al tan cacaraqueado regreso a clases presenciales en instituciones de nivel básico, medio y superior de gran parte de la República mexicana. Lo digo no solo por la empatía con la que en algún momento compartí con aquella profesión tan digna que es la docencia; vituperada y mal pagada la mayor de las veces (y aquí ni siquiera los sueldazos de quienes trabajan en la UNAM se salvan).
Increíble que a un año de pandemia, la Secretaria de Educación Pública Federal no rediseñara en función a los diferentes escenarios educativos de todas las regiones del país, los mecanismos, el materia y la capacitación idónea para el personal administrativo y docente ¿De qué sirvieron los planes de video clase, radio y televisión si no fueron rediseñados? De qué sirve decir que los niños necesitan regresar a clases presenciales, si más del 50% de las escuelas federales no tienen la infraestructura (ni los recursos) para rediseñar los espacios hacia una “sana distancia”. Me pregunto si los supervisores y demás funcionarios se dieron una vuelta por el 99.9% de jardines de niños, escuelas primarias, secundarias y bachilleratos. No hay siquiera una institución educativa que por la premura de la contingencia haya quedad a su suerte y que ahora requiera el mínimo mantenimiento en paredes, pizarrones o espacios comunes.
Escucho a conocidos y viejos compañeros docentes quejarse de que si de por sí las reuniones previas al inicio de curso escolar eran confusas y una total pérdida de tiempo, con zoom son el doble de desastrosas y ahora con la anuencia presencial lejos del aburrimiento en dichas juntas lo que les ocupa es el miedo a pescar un contagio. Encima sueldos e ingresos irrecuperables, porque tanto escuelas públicas como privadas tendrán que padecer la carencia e improvisación. En el caso de estas últimas si bien algunas tienen proyectada la asistencia escalonada del alumnado, otras en cambio al borde de quiebra redoblaran esfuerzos con menor personal y mayor carga laboral para estos, y sin que su salario se acerque al que les era otorgado en condiciones óptimas antes de la “nueva normalidad”.
Se entiende que los niños quieran volver a sus salones, convivir con sus amigos, jugar, aprender, pero ¿Acaso las condiciones se los permitirán? Será inevitable evitar el contagio y la mortandad en este grupo de edad considerando las variantes del coronavirus que se han descubierto recientemente, así como la vacuna inexistente cuyo fin sería contrarrestar los efectos graves en menores de 18 años. Ante el panorama incierto y que en varios casos algunos alumnos o docentes ya han sido contagiados, son pocas las instituciones que haciendo una excepción estarán optando por clases hibridas o nuevamente por sesiones virtuales.
Hace aproximadamente ocho meses el IPN (Instituto Nacional Politécnico), en un momento en el que el impacto de la pandemia no era el que tenemos actualmente, intentó regresar a clases. Rediseñaron parte de la currícula, establecieron protocolos de sana distancia y el sondeo de alumnos y compañeros para evitar contagios. Finalmente escalonaron la presencia del alumnado, estableciendo días distintos para sus clases presenciales según su apellido. Pasó lo inevitable y en menos de un mes tuvieron que cerrar las aulas y volver a clases virtuales ¿Cuál es la moraleja de esto?
No se puede jugar y experimentar con un sector tan vulnerable, tampoco se debe estar a contentillo de padres, ni conveniencia de directivos. Las acciones desde el gobierno deben sobrevenir en un proyecto eficaz que garantice a mediano plazo el regreso escalonado, pero con la infraestructura y los aditamentos necesarios. Suena impensable pero de ser posible un regreso total a los salones hasta marzo del 2022, siempre y cuando se generen mecanismos didácticos que convenga y genere el menor riesgo tanto en los infantes como en el personal educativo. Un paso sería generar clases móviles, otro gestionar la cobertura de internet hasta el último rincón de México y por supuesto, la capacitación docente (con sueldos merecidos a su gran labor no pichicaterías), y el mantenimiento y adaptación de sus espacios educativos, para lo cual dudo mucho que la partida presupuestal actual destinada a educación sea suficiente.
Sin embargo como estamos en el mundo de las ocurrencias y una que otra improvisación, habrá que acelerar todo antes de que el sexenio se acabe, aunque las consecuencias desastrosas estén a la vuelta y caminito de la escuela. No quiero ser pesimista pero en ese afán tan apresurado se corre el riesgo de quedarse sin una fracción significativa de matrícula docente y con otro tanto de alumnos imposibilitados por largos períodos debido al contagio, eso sí con sus aulas medianamente restauradas y butacas recién pintaditas (con colores morena, verde, gris y mate ¡obviooo!) que a lo mucho será lo que alcance hacer la presente administración.