Así no, presidenta
Navegando en las redes sociales, encontré una frase que dice: “Donde ya se intentó todo, solo queda dar las gracias”…
Y me remonto a esas ocasiones en las que uno de los dos integrantes de una pareja insiste mil veces en mantener una relación que a todas luces ya no funciona, en la que se terminó la intención compartida de permanecer o mantener con vida y en buen estado el vínculo entre ambos.
O cuando después de tiempo y esfuerzo no se obtiene el reconocimiento o la remuneración suficiente en un trabajo…
¿Cuántas veces insistimos en que sea lo que no es? Quizá porque en algún momento lo fue y no se desea soltar la esperanza de que vuelva a ser lo que fue, o ante la ilusión o incluso, fantasía de que aún puede ser.
Sin embargo, lo que no es, difícilmente llegará a cambiar, sobre todo, cuando ya se intentó todo, cuando el tiempo transcurrido ha sido suficiente para que las circunstancias y el resultado ya hubieran sido favorables.
Y cada quien puede elegir qué hacer: insistir o desistir…
Insistir es adecuado cuando hay razones para hacerlo, por ejemplo, en la pareja, si ambos están involucrados y comparten el deseo o la determinación de participar en que la relación continúe y modificar lo que sea necesario y sano para lograrlo, si no es así, es casi imposible que esto ocurra.
Y entonces, insistir se convierte en un desgaste, una decepción, frustración o enojo, porque no es posible “cabalgar un cabello muerto”, hagas lo que hagas, no volverá a levantarse, y así el amor, si no es mutuo, no hay manera de despertar el amor o modificar la intención de quien por sí mismo no lo elige.
Igual y la relación continua, sin embargo el pronóstico es muy poco favorable.
En un trabajo, en otro tipo de relaciones, si no hay una devolución o reciprocidad lo mejor sería admitirlo y desistir.
Por tu bien, por salud física y mental, por amor a ti, por respeto y aceptación de que el tiempo, TU TIEMPO NO VA A REGRESAR; así que lo pertinente sería despedirse a tiempo.
Pero, no siempre se sabe hacerlo.
No todos hemos aprendido a despedirnos a tiempo, quizá, por hacer una mala lectura de la realidad, por no querer admitir que lo hecho ha sido poco favorable, o por creencias inadecuadas respecto a decir adiós.
Por falta de amor propio, por necesidad… por obsesión.
Y si lo piensas bien, ¿te conviene insistir en donde de una y otra forma ya te dijeron que no?, o sin decírtelo, se actúa el rechazo, la indiferencia, la apatía, la falta de interés…
Despedirse en un arte, hay que saber soltar lo que ya no quiere estar, lo que ya no es posible, este es el primer paso para aceptar que es tiempo de marcharse…
Y duele, las despedidas tienen un sabor amargo, a veces, creado por las ideas que se tienen de las mismas:
Lo anterior no te asegura que tendrás éxito, porque aún sacrificando tu bienestar (lo que para nada es recomendable) no obtendrás lo que deseas.
Despedirse es un arte, el arte de dejar pasar, de alejarse con dignidad y respeto: a ti, a la relación, a la otra persona.
Saber decir adiós, incluso si aún hay demasiado amor de por medio.
Lo cierto es que no hay vuelta de hoja, cuando es indispensable despedirse, no tiene sentido postergar la decisión,
Si no es así, cada vez puede ser más doloroso y complicado.
Si no es mutuo, quedarse o insistir tiene poco sentido, a menos, que sea una elección clara en la que no sufras recibiendo lo que hay y no lo que quisieras que hubiera.
Y por parte de la otra persona también es un arte, si ya no deseas continuar, por las razones que quieras (que también son válidas), sería justo y loable reconocerlo y expresarlo, de la mejor forma posible: tratando con cuidado las emociones de la persona que te brinda tanto amor.
Y en una relación laboral, es muy similar.
A veces, se tiene que renunciar primero a la fantasía para luego decirle si a la realidad y comprender que los finales son el principio de una etapa distinta en tu vida y que para recibirla e incluso, llegar a disfrutarla tienes que soltar lo que no es posible.
Estés en el lugar que estés, deja de negar lo que está sucediendo, si es tiempo de terminar, cerrar o despedirse, fortalece el amor propio y desde ahí toma las decisiones correctas para lo que hoy es.
Ábrele la puerta a las nuevas oportunidades, no necesariamente es un nuevo amor, primero reconcíliate o recupera esa parte de ti que se va o termina con esa relación.
Si es un trabajo, reinvéntate, busca o construye oportunidades distintas…
Haz lo necesario para seguir adelante…
Piensa… y no por enojo, que verdaderamente mereces algo mejor, no porque lo que dejes sea necesariamente “malo”, si no porque ya no suma a tu vida, o porque incluso, le resta.
Saber decir adiós, a tiempo y con respeto a ti mismo, también es un acto de amor propio, y un gesto generoso con lo que algún día (o por mucho tiempo) le dio bienestar y felicidad a tu existencia.
Despídete con amor, si es necesario elabora tu duelo, y en el camino sostente amorosamente de ti mismo.
Te aseguro que al cabo de un tiempo, apoyándote de tus vínculos importantes, sosteniéndote cuando estés a punto de tirar la toalla, esto también pasará.
Y no conozco a nadie que se arrepienta de haber soltado lo que ya no le hacia bien.
Di adiós con amor, con gratitud, tal vez hoy tus emociones sean enojo, tristeza, miedo… admítelas y gestiónalas inteligentemente, esto también pasará.
¡Abrazo!
@Lorepatchen
Psicoterapia presencial y en línea
Conferencista
7711785074
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.