Así no, presidenta
¿Cuántas veces te has preocupado y desgastado con esa preocupación sin que ocurra lo que te llevo a ese estado? Gran porcentaje de lo que nos preocupa no sucede, sin embargo, en el momento la preocupación puede ser tan abrumante que nubla de alguna forma la claridad con la que debería observarse la situación.
Y precisamente, ante un conflicto es importante conservar la calma para engordarse en las posibles soluciones.
De lo contrario, la preocupación se incrementa, ocasionando que lo que se haga para resolver no sea lo más conveniente o que no se actúe, que la persona se paralice ante los escenarios imaginados que se crean en su mente.
Generando incluso, problemas mayores.
Si lo recuerdas, tal vez has escuchado que en lugar de preocuparse hay que ocuparse.
Por lo tanto, una estrategia altamente recomendable es en primer lugar pensar sobre lo que te preocupa, si son varios temas, organizarlos de mayor a mejor grado de preocupación, e ir enfocándose en cada uno.
Determinar las posibles soluciones y descartar las que ya se han considerado sin resultados favorables o admitir si hasta ahora solo se ha mantenido la atención en la preocupación y no en la acción.
Una vez que se distingue cuál es la preocupación mayor y las posibles soluciones dirigirse a hacerlo.
Si lo que te preocupa no depende de ti, si aparentemente no puedes hacer nada al respecto, esto no es totalmente cierto, porque aún en estos casos lo que si es posible es negarte a que el estrés y la ansiedad que el tema te ocasionan se incrementen.
La inteligencia emocional te favorece mucho más de lo que imaginas, si puedes gestionar correctamente tus emociones entonces es posible que las preocupaciones no te rebasen y que no te ocasionen otras consecuencias.
Preguntarse ¿qué depende de mi? E inclusive ¿qué es lo peor que podría suceder? Auxilia en ocasiones para no caer en un estado de alarma o en crisis de ansiedad, y claro, en qué pensar en “lo peor que puede pasar” no sea motivo de mayor aprehensión.
Sino para distinguir, porque puede suceder que aún aquello que se considere lo peor no sea tan grave o que tenga escasa probabilidad de ocurrir.
En palabras cotidianas, bien decían las abuelas: “si tu mal tiene remedio, ¿para que te afliges?, y si no tiene remedio, ¿para que te afliges”…
No es caer en la irresponsabilidad o en la indiferencia ante lo que debe ser atendido, de lo que se trata es de focalizarse en la solución y en salvaguardar tu bienestar físico y mental en medio de circunstancias adversas, si es que las hay, e igualmente definir si no es así.
Si te dejas llevar por una mente demasiado preocupada todo tu organismo se preparar para ese estrés o para responder a un peligro, aún si este no es real.
¿Hay algo que te preocupa y te quita el sueño? Analiza lo que está pasando y enfréntalo pronto y de la forma más conveniente, elige tus batallas, desde luego también las que tienes contigo mismo.
Vivir preocupado, desgasta, deteriora tu autoestima, golpea tus relaciones… porque al estar ensimismado con un tema en particular (o varios) se descuidan otros temas igual o más importantes que el que te preocupa.
Y a veces, tienes que cuestionar porque te sometes a tales grados de aflicción…
Si la crisis, el problema, el tema que te trae envuelto en angustia, tristeza o frustración es innegable, entonces piensa que justamente por ello requieres estar lo mejor posible: estable, tranquilo, fuerte emocionalmente para darle solución.
Que la preocupación no se vuelva crónica, por tu bien, el de tu entorno y el de tu salud, es preferible ocuparse…
Y casi todo tiene solución, recuerda también esto.
Un gran abrazo
@Lorepatchen
Psicoterapia en línea
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