(W) Ecos Sindicales: Operación Panal
“No hay nada más terrible para un niño que el que la madre diga: He sacrificado todo por ustedes” Francoise Dolto.
A varias generaciones nos mostraron un modelo de maternidad basada en la entrega absoluta y el sacrifico, ante la consigna obligatoria de amar y cuidar de tus hijos por encima de todo, incluso de ti misma.
Como madre pienso que el amor hacia tus hijos es infinito, profundo, constante e inagotable, que nada, nadie, nunca puede disolver este vínculo, que va más allá del tiempo y las circunstancias, sin embargo, también lo comprendo como una relación en donde es indispensable que exista la reciprocidad, no como una devolución de lo que hacemos por ellos y ellas, sino en la construcción de una dinámica sana y nutricia tanto para los hijos como para sus madres.
Saber que tu madre ha hecho tanto por ti, que dejo en algún momento algo que deseaba para cumplir con la responsabilidad de acompañarte, o que hizo esfuerzos considerables para sacar adelante la economía familiar o que estuvo al pie del cañón ante la ausencia del padre, no implica una deuda pendiente con ella, no en el sentido de postergar o negarse al proceso de individualización y autonomía al que es deseable que un adulto sano acceda.
Tus hijos, no son tu propiedad, no tienen que vivir en deuda contigo por lo que elegiste hacer por ellos, la maternidad en estos tiempos (para muchas) no es la totalidad en la vida de una mujer que es madre.
Si así se elige, porque así se quiere es respetable, más no como una renuncia de la madre que tarde o temprano le genere frustración, enojo o tristeza.
Una vez vi un documental en el que le preguntaban a varias mujeres madres a que sueños habían renunciado por ejercer su maternidad… El resultado fue que solo menos de la mitad de ellas referirán haber abandonado su vida profesional, amorosa, intelectual o social por ser madres, concluyendo que no es necesario hacer renuncias existenciales para estar real y cotidianamente cerca de sus hijos siendo una madre amorosa, responsable y comprometida, qué realizarse en otros ámbitos y disfrutarlos no afecta ni excluye el amor inmenso hacia los hijos.
Hace algunos años, cuando yo aún no había vivido la maternidad, escuchaba a otras mujeres expresar culpa por trabajar fuera de casa, no poder asistir a algunos eventos escolares o no sentarse con ellos a las tareas todos los días, entonces, no lo comprendía por completo, es hasta que se tiene hijos cuando experimentas ciertas “culpas” que más bien, se generan por mandatos respecto a la maternidad, y que luego, en bien de la familia y de nosotras nos corresponde destejer sabiamente.
Alguien me dijo alguna vez: “ya eres mamá, tienes que dedicarte a tu hija y olvidarte de ti”… Afortunadamente, aquella frase me hizo tanto ruido que nunca la creí.
Hoy sé que depende de cómo entiendas y elijas vivir tu maternidad, que lo que decidas sea en favor de tus hijos e hijas, sin olvidarte de ti misma.
¿Qué va mejor con el desarrollo emocional de tus hijos? ¿Qué tipo de madre quieres ser tú? Hasta hoy, una gran cantidad de mujeres madres que he conocido tienen como prioridad a sus hijos, en todas sus etapas y edades, pero, también, la mayoría de estas mujeres, por elección, por necesidad o por ambas han optado por el trabajo fuera de casa (además del que realizan dentro), desean continuar creciendo en diversas áreas, piensan en sí mismas, se quieren, se cuidan, tienen una vida, están en pareja o si son solteras, no cierran la puerta a la posibilidad del amor romántico, pese a no perseguirlo.
Igualmente hay mujeres que cubren horarios de trabajo extenuantes, que a penas les da el tiempo y la vida para dividirse entre las labores de casa, el trabajo, las responsabilidades del día a día, pagar las cuentas y estar con sus hijos lo más que les es posible.
Obviamente la presencia es indispensable, no solo la física, también la emocional, y en muchos casos, esta última tiene mayor impacto que la primera.
Se puede estar 24 horas con ellos sin estar, o estar muy poco en realidad, así como es posible estar menos tiempo, pero, estar completamente ahí.
Cada relación entre madres e hijos es distinta, cuando se habla de personas y de historias no caben las generalizaciones de ningún tipo, cada mujer siendo madre construye la relación con sus hijos de acuerdo a sus necesidades, personalidades, estilo de vida, no exclusivamente de acuerdo a los tiempos y los recursos con los se cuenta sino a la intención y decisión de cada una.
En un programa de radio escuché que ser madre es extenuante, que es válido cansarse, así como lo es experimentar ciertas emociones como: el miedo, el enojo, la frustración, la tristeza, entre otras, qué tal vez expresadas inadecuadamente no aportarían positivamente ni a la vida de la madre ni a la de sus hijos, y que en cambio, admitidas y gestionadas correctamente son pasajeras y no tienen un impacto negativo ni a largo plazo para nadie, sino que más bien, pueden ser el hilo conductor de motivación para que la mujer continúe construyéndose una vida plena, dentro y fuera de su rol de madre.
Por supuesto, hay etapas en que las demandas de atención, tiempo, cuidado y acompañamiento son mayores, como en los primeros años de crecimiento, que bien llevadas sientan las bases para que en etapas posteriores tus hijos hayan adquirido las herramientas cognitivas y emocionales para hacerse cargo de sí mismos y ser adultos autoresponsables.
Es probable que la maternidad si implique ciertas renuncias, postergaciones, pero cuando estos son vistos y señalados ante los hijos como sacrificios se generan facturas pendientes aún sin la intención de hacerlo, aunque no sea tu deseo o intención que tus hijos te paguen algún día por lo que hiciste por ellos; cuando un hijo o hija escucha constantemente esto, inconscientemente da lugar a sentirse en deuda con su madre, negándose en algunas historias a ser o vivir diferente de ella, como si no se debiera ser más feliz que una madre que ha sido infeliz por sacrificarse por ellos.
Habría que pensar entonces en no utilizar la palabra deuda sí no reciprocidad y construir un vínculo sin dependencia, un vínculo amoroso, sano, respetuoso en donde el bienestar tanto de la madre cómo de los hijos sea igualmente importante.
En el que el paso de los años tus hijos te amen, te respeten, pero no te necesiten ni te tengan miedo y mucho menos lástima.
Decirle a tus hijos que te sacrificaste por ellos, qué abandonaste tu vida, que no fuiste feliz o que no lograste tus sueños por ser madre es conducirlos a una culpa que no tienen porque no es real y que los llevará ahora a ellos también a un ejercicio amoroso contigo desde la expiación. Y si en algún momento de su vida o de tu vida es necesario cuidarte, acompañarte, estar cerca de ti sucederá mayormente desde la obligación, el enojo o la culpa y menos desde el amor y la gratitud.
Sí creo que el amor materno merece correspondencia, qué siendo incondicional, su única petición es recibir respeto, empatía, comprensión y cariño.
Reconociendo que ellos no te deben ni tú les debes, que en ninguna etapa nadie le robo nada al otro.
El tiempo y los años, el trabajo y el esfuerzo, la dedicación, la ternura, la comprensión, los brazos abiertos, los juegos, las confidencias no tienen precio ocurren por amor infinito.
No “tienes” que renunciar a ti misma, ni a tus anhelos, necesidades y sueños… quizá, a veces se tiene que esperar un poco para retomar algunos proyectos, alargar las horas de trabajo y disminuir las de sueño e incluso repartir el dinero qué obtienes trabajando entre la casa tus hijos y tú misma…
Si, es necesario que tus hijos sepan todo lo que haces por ellos para que valoren y comprendan lo que es y cuesta ganarse la vida, así como que obtener ciertos privilegios implica trabajo, tiempo y esfuerzo, pero saber igual que hacerlo no implica dejar de lado a la mujer que eres, ¿Sabes que es importante? Que lo más pronto posible enseñes a tus hijos a participar en responsabilidades de acuerdo a su edad y posibilidad, que marques el punto en donde tu alegría, libertad, ocio y espacio sea respetado y promovido por ti y por ellos.
Si en la familia todos participan, apoyan, acompañan y se regocijan por la felicidad de cada quien, no habrá posibilidad de que nadie se sacrifique por nadie.
Los hijos te motivan, son la fuerza que te levanta por las mañanas, aun cuando estás exhausta o has llorado durante la noche, son ese rayito de luz que existe en medio de las tempestades, sin que ellos y ellas sean responsables de tu felicidad (aunque son una de las fuentes más importantes para esta), la vida que te dan tus hijos, el compromiso que permites cuando sabes que no puedes ni quieres fallarles no se genera en busca de un pago, porque incluso si lo hay, el mejor de todos es el bienestar presente y futuro de tus hijos.
El presente depende de ti, el futuro dependerá de ellos.
No hay facturas (no debería haber) entre madres e hijos, lo que es sano es que haya una elección amorosa de brindarse cariño a lo largo de la vida, aún cuando ya no compartan el mismo hogar, cuando extiendan sus alas y comiencen su propio camino y para ese momento, ojalá que tú no hayas renunciado a tu vida y que la que tengas te satisfaga enormemente, que seas una mujer tan plena que después del nido vacío sigas siendo dueña de múltiples motivaciones para apasionarte diariamente.
Lo que pase con tu pareja (tanto si es el padre de tus hijos como sí no) no debería tener que ver con tu maternidad sino contigo y tus decisiones como adulta y como mujer.
No hay cuentas pendientes, aun los días en los que fue difícil el camino, fue un acto de amor y no de sacrificio o autoabandono.
Muéstrale a tus hijos como es transitar por la vida con responsabilidad afectiva, con autocuidado, sin relacionar ningún tipo de amor ni con el sacrificio ni con eternas facturas pendientes, que afectan la estabilidad emocional individual y ocasionan vínculos pobres y caóticos.
Todo amor sano espera devolución voluntaria, sin sufrimiento.
Un abrazo
@Lorepatchen
Psicoterapia presencial y en línea 771 17 85074
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