Así no, presidenta
Con la puesta en marcha del Libramiento Norte del Valle de México (longitud de 222 kilómetros cuadrados), se ha fundamentado la posible viabilidad de nuevos imaginarios urbanos al integrarse a 9 de los 14 ejes carreteros-estratégicos del país. Empero, las vialidades no siempre benefician a quienes la habitan en su trazo, aunque si a quienes tienen su origen y destino en él. Frente a tal realidad destaca el Valle de Tizayuca, por su crecimiento exponencial de producción habitacional, presencia de proyectos de anclaje internacional, problemáticas ambientales y disminución de la actividad agrícola por mencionar algunas; avaladas en su mayoría, por los tomadores de decisiones de la política pública estatal/federal y las máximas autoridades del ejido del municipio.
Tizayuca hasta finales de la primera década del Siglo XXI, fue considerado el único municipio hidalguense que se incluía en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM). Tan sólo en los últimos 30 años, en promedio la producción habitacional se quintuplicó de 8 a cerca de 50 mil (la mayoría sin planeación mucho menos de paisaje urbano). Su dinámica industrial se ha apostado en su mayoría al Complejo Agroindustrial Tizayuca (CAIT), el cual ha propiciado impactos negativos sobre el agua, suelo y aire: en promedio 1,500 toneladas diarias de estiércol, emisiones perceptibles y molestas de olores. Hoy en día con la puesta en marcha de la Plataforma Logística de Hidalgo (alianza público-privado), existe escasa demanda quizás por el factor agua, la región sufre estrés hídrico (sin el vital líquido es insuficiente para la instalación de empresas sobre todo en la rama alimentaria). Existen otros proyectos estratégicos planeados que endurece la preocupación entre sujetos agrarios y habitantes: aeropuerto de carga de Tizayuca; línea de energía eléctrica Tizayuca-Matilde; Metrobús sub-urbano (Pachuca-Tizayuca-Buenavista), sumado a los distintos intereses que giran sobre la llamada joya de la corona Área de Reserva Zapotlán (ARZ).
Frente a tales disyuntivas, necesario repensar los instrumentos normativos que en verdad regulan la frontera ejidal (su visión agroecológica) así también instrumentos de gobernanza diferencial tanto para las ciudades medias y entes metropolitanos (ponderando el recurso agua). Hoy en día, del total ejidos que existen sobre el Valle de Tizayuca, ya han completado la totalidad del trámite parcelario; más aún cerca de la mitad han optado por la privatización de la misma.