Ráfagas: La Reforma, exalcalde entrampado
Desde que en 1968 el economista Enrique Padilla Aragón reveló que el modelo de desarrollo posrevolucionario había generado un proceso de crecimiento económico con pobreza y desigualdad social, los gobiernos populistas, neoliberales y posneoliberales han carecido de alguna propuesta para vincular el crecimiento y la distribución de la riqueza que define el desarrollo.
La última Encuesta Nacional de Ingreso y Gastos en los Hogares en 2020 del INEGI revela las cifras que desnuda la dimensión de la crisis populista, la crisis neoliberal y la crisis pandémica: la distribución del ingreso nacional entre familias perdió en el -8.5% del PIB el año pasado lo ganado en los anteriores dos años y el reparto de la riqueza regresó a la desigualdad de 2016.
Dos cifras son reveladoras del retroceso en desigualdad social padecida en los últimos dos años de PIB negativo:
1.- El 70% de las familias mexicanas entre pobres y clase media tienen el mismo ingreso que el 10% de las familias más ricas; a nivel más global el 80% de las familias tiene el mismo ingreso que el 20% de las familias ricas. Este 20% de las familias ricas acapara, sin que alguna política económica rompa esa concentración, el 51.7% del ingreso nacional.
2.- A nivel de ingreso corriente promedio, el 10% de las familias más ricas tiene ingresos por 18 veces más que el 10% de las familias más pobres.
La distribución de la riqueza representa una de las funciones prioritarias del Estado, si no es que la más importante, porque se utilizan instrumentos fiscales para repartir la riqueza nacional tratando evitar la concentración del ingreso. Al contrario, la crisis 2018-2020 disminuyó participación en el ingreso a los sectores más pobres y transfirió mayor riqueza a los sectores con mayor concentración.
Las cifras del INEGI exhiben que el 10% de las familias más pobres perdió lo ganado en 2016-2018 y en el 2020 regresó al punto de 2016. En cambio, el 10% de las familias más ricas había perdido 2.8 puntos porcentuales de su participación en la riqueza, pero la crisis permitió su recuperación.
Lo anterior quiere decir que la crisis económica, el tránsito del modelo neoliberal al modelo posneoliberal y el PIB negativo en 2019-2020 afectó más a los pobres y beneficio más a los ricos.
Otros datos de la encuesta 2020 del INEGI han sido ya referidos en medios: la disminución de 5.8% en el ingreso corriente trimestral y la baja de 12.9% en el gasto corriente, además del aumento de 45% del gasto en salud por la falta de una política estratégica del Estado para proteger a los sectores con bajos niveles de ingresos que dependen de los subsidios gubernamentales.
La encuesta, además, reconfirma la polarización en el ingreso regional: Nuevo León, el estado con mayor actividad industrial, encabeza la lista de sociedades más favorecidas, en tanto que en los cinco últimos lugares aparecen las entidades más abandonadas de las políticas redistributivas de la riqueza: Tlaxcala, Oaxaca, Veracruz, Guerrero y en último lugar Chiapas. Chiapas, por ejemplo, tiene seis veces menos ingreso corriente qué Nuevo León.
Las cifras de concentración de la riqueza a través del ingreso nacional han sido siempre los indicadores definitivos de la estructura de desigualdad social que existe en México y de la polarización entre ricos y pobres. Las tres políticas económicas existentes –populismo, neoliberalismo y posneoliberalismo– se han fijado las metas, con diferentes grados de eficacia, de evitar la profundización de la desigualdad a través de políticas públicas de carácter fiscal y de programas sociales, pero todas han fracasado.
La desigualdad estructural que existe entre las diferentes clases sociales se confirma en las evaluaciones del CONEVAL: en promedio el 80% de las familias mexicanas vive con una a cinco restricciones sociales, lo que indica padecimientos de desigualdad en diferentes niveles y puntos de bienestar por abajo de la media; y del lado contrario, solo el 20% de la población vive con un bienestar suficiente y sin ninguna carencia social.
La encuesta del INEGI confirmó que México sigue siendo un país con desigualdades sociales estructurales que lo colocan entre las naciones de bajo desarrollo social.
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