No alcanza
Justamente hace 29 años estaba yo presentando mi examen de acceso a la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con nerviosismo y emoción, pues era complicado que aprobará quien no tenia habilidades, sabíamos de muchos rechazados, veía enfrente de mi la prueba de mi vida, quería yo ser locutor profesional y tener las mejores credenciales para poder ofertarme en el mercado laboral.
Con tristeza hace unas semanas leí en diversas redes sociales y medios de comunicación que mi alma mater atravesaba una profunda crisis, en gran parte ocasionada por una falta de empatía de quienes están al frente de la «Asociación Cultural Carlos Septién García A.C.», este aislamiento cupular de quienes toman las decisiones es añejo, mi generación lo vivió.
La exigencia de maestros, alumnos y egresados que formamos la «Red Septién» es un movimiento que en esencia reclama un diálogo abierto, público, sincero y de frente.
Me frustra saber que la demanda por décadas a la sociedad para ejercer en pleno goce de nuestras garantías individuales el periodismo sea acceder a la «libertad de expresión» para incidir en la confirmación de sociedades justas a nivel mundial, por tanto, lo recíproco socialmente de una Asociación Civil es ser «transparente».
Mostrar rostros y perfiles de quienes son los miembros de esta Asociación Cultural, de exponer si existen salarios, si son cargos honorarios ¿Por qué?, conocer los estados financieros, los ingresos adicionales vía donaciones, ¿Cuáles son los bienes patrimoniales?, ¿Existen deudas?, Saber si las deudas son solo económicas o también morales, pues el actual director fue señalado por varias alumnas de acoso sexual. Qué se defienda, que garantice su libertad de expresión, que limpie el nombre, el alto prestigio de la institución, mi alma mater, debe sanear por justicia social su proceder y el de sus miembros del directorio, administrativos y académicos.
Al estudiar una maestría en administración pública, posterior el doctorado, en mi andanzas en instituciones académicas como el CIDE (Centro de Investigación y docencia Económica) la Universidad Chapultepec y la UCLM (Universidad Castilla de la Mancha) ya me era incluso cansado aceptar el discurso de asombro, aceptación, reconocimiento que los maestros hacían sobre mi escuela, el placer de conocer a un egresado de la «Septien» cómo muchos de cariño le decimos, el prestigio es muy grande a nivel mundial.
Resulta obligado hacer público la exigencia de un diálogo, como lo resalta en la imagen el logotipo de la escuela, las décadas han pasado pero esa imagen no deja de perder actualidad, tiene toda la representación que requiere al expresar la comunicación, el derecho a la información, el derecho a la verdad, a la justicia y la vida digna que cualquier ser humano debe tener como estándar aspiración al de vida.
Muchos de estos derechos son de nueva generación, si la asociación no responde con la inmediata solidaridad que lo requiere las circunstancias estará dando un golpe a la huella digital de la escuela, al valor curricular de quienes formamos parte de la comunidad, estará desmadrando la marca de muchos periodistas independientes, de creadores, escritores, de soñadores que como yo era la única alternativa ante una saturación de la escuela pública para dar cabida a la demanda del país.
Son tan pocos los egresados no eran más de 100 al año en mi década, que ahora entiendo el asombro de quienes reconocían a un hijo de la Septién en mercados laborales, comparados con los miles al año de las universidades públicas.
Decían en los medios de comunicación del mundo «periodistas de verdad» los de la Septién, los gobiernos de los estados contrataban cursos de redacción de esta institución para los periodistas y miembros de comunicación social de sus dependencias.
Hay mucho que celebrar por la Carlos Septién, pero en libertades, con transparencia y honestidad.
Carlos Arturo Martínez Negrete es productor musical, investigador sobre la preservación del patrimonio cultural, derechos humanos y culturales, conocido también como Carlos Lima 🐦@charlylima