
Ráfagas: Simey, la burla
El día de la Madre en México e Hidalgo fue celebrado por primera vez el 10 de mayo de 1922. La idea surgió a partir de una campaña impulsada por Rafael Aldución (periodista del Excelsior) y José Vasconcelos (en aquel tiempo, Secretario de Educación), quienes convocaron a la población a dedicar un día especial a las madres mexicanas (la fecha obedece al criterio de consumo más que por lógicas representativas).
La celebración se popularizó y es hasta 1949, cuando se inaugura una gran escultura en honor a la madre en la capital del país.
En Hidalgo quizás de los de mayor representatividad, destaca el Monumento a la Madre en San Felipe Orizatlán (diseñada por el arquitecto José Villagrán García y esculpida por Luis Ortiz Monasterio) así como también el Monumento a la Madre en Atlapexco.
Empero, lejos de los imaginarios, existen serias condiciones que cada día se enfrentan las mayoría de las madres hidalguenses que están vinculadas al mercado laboral.
Según fuentes oficiales, existen cerca de 700 mil mujeres activas, más menos cerca del 50 por ciento no son madres solteras, y menos del 10 por ciento son menores de 20 años.
La tasa global de fecundidad ha disminuido en las últimas décadas, pasando de 3.2 a 2.04 hijos por mujer hidalguense.
Es así que, celebrar con la inauguración de parques con alto costo al erario resulta irrisorio, es necesario/urgente el garantizar su estabilidad laboral, un capaz sistema estatal de cuidados, licencias equitativas y más aún políticas públicas que no las obliguen a elegir entre su carrera profesional y la maternidad (temas ausentes en los Acuerdos Generales y Acuerdos Transversales de la planeación pública estatal).
Tal como diría una colega: ¡las flores se marchitan, las transformaciones estructurales permanecen!
¡Al tiempo!