
Letras Minadas: Cultura, el espionaje
Email: [email protected]
Parafraseando a la Real Academia Española, la palabra Rector representa la máxima autoridad de una universidad o institución educativa, que dirige (entre otras condiciones) a través de empatía, sensible a las causas y receptivo a las exigencias de nuestros tiempos. Al respecto, reconocidas por las propias autoridades que administran a las Instituciones de Educación Superior (IES), al menos la denuncia, atención a las denuncias y medidas de protección (por mencionar algunas), encajan en las acciones que tardíamente dejaron de seguirse en la UPT; según el Protocolo para la Actuación de los Comités de Ética en la Atención de Denuncias y Prevención de Actos de Discriminación, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 3 de enero del 2023 (referencia obligada para diferentes preceptos locales).
Más aún, según el estatuto orgánico vigente obtenido del mismo portal de la UPT (casi 20 años sin actualizar la normativa, consultado hace días por el que suscribe), se reconoce al Consejo Académico como el ente de operatividad académica, científica y programática, aunque sin representatividad por parte de la comunidad estudiantil, muchos menos tienen en su haber facultades para emitir procesos de amonestación y/o expulsión de la comunidad estudiantil. Más aún, en la referido portal de la UPT no existe Protocolo visible para prevenir la situación ya conocida por todos y todas en los medios nacionales; más menos el propio Código de Conducta UPT es el único mecanismo visible frente a tales casos (limitado y enunciativo).
Peor aún, las cerca de 20 IES, laten en la misma sintonía orgánicamente (con honrosas excepciones): puestos clave sin experiencia académica/científica; compadrazgos de apellidos y de destilación, sin experiencia en las necesidades de nuestro tiempo; órganos de gobierno fiscalizadoras lejos de las necesidades orgánicas que demanda la institución; apellidos de familias dominantes casi fundadoras; órganos de control sin representatividad colectiva de la comunidad; presupuestos sin incrementó natural; patrimonio propio educativo cada vez errático; desface de su estructura operativa acorde a sus necesidades; múltiples sindicados a modo que depende de la pedrada; omnipotencia y omnipresencia del que surte según; operación política bastante visible sin delimitación; y limitado servicio profesional orgánico. Es decir, en pocas palabras, así como hace muchos años, hoy en día se administra la inercia del sector.
A casi tres años por cumplir el primer gobierno de la transformación en la entidad, valga la pena cierta reingeniería en las estructuras orgánicas de las IES (menos acciones banqueteras); actualizar los estatutos/programas/reglamentos a fondo; implementación de protocolos colectivos con cuerpo y dientes, todas y todos deben ser escuchados; designar capital humano e intelectual con capacidad de respuesta a las necesidades del propio programa de gobierno; y más aún, la representatividad estudiantil para que nunca más dejen de escucharse. ¡Caramba y zamba la cosa, que viva toda la ciencia!
¡Al tiempo!
Texto recomendado:
Álvaro Obregón. Luz y Sombra del Caudillo