Ráfagas: Voracidad panalista
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Con la pasada declaratoria constitutiva publicada en agosto del 2021 (número 423), la cual refiere al “Ocho de abril, Día del Tenango” y a “Tenango de Doria, Cuna de los Bordados Tenangos”, se intenta (pasos lentos que le preceden) cierta incidencia desde el poder legislativo local (la mayoría en la pasada legislatura), aunque hasta hoy sin contraparte clara en proyecto específico y/o fondo financiero particular. En la lógica federal, publicada en la gaceta en febrero del 2020, ésta lleva por nombre “Día Nacional de los Tenangos y de la Artesanía Indígena”.
La respuesta legislativa local obedeció en su mayoría, por orden de importancia: en limitar el lucro del mercado por las marcas transnacionales que lo han intentado explotar, seguido por la protección de la técnica del bordado cruzado, y bastante distante por buscar algún beneficio a los disimiles bordadores. Hoy en día existen algunas realidades, según los propios actores: seis municipios alrededor del corazón de la Otomí-Tepehua registran presencia comercial de los bordados; casi el 80 por ciento de los insumos para la elaboración de los Tenangos, provienen de fuera de la región; más menos existen cerca de tres marcas colectivas canibalizadas; amplio poder de negociación por los intermediarios, que paradójicamente son la minoría; los bordados quizás son la segunda y tercera fuente de ingresos en la región; y por último a casi nadie le preocupa qué les duele a los disimiles bordadores, por ejemplo: en la salud física, núcleo familiar, colectividad, por mencionar algunas realidades.
A cuarenta años de documentarse la primera presencia de los Bordados Tenangos, con esfuerzos esporádicos durante este periodo, y a menos de cuatros meses de celebrar por primera vez, de manera oficial, el “Día del Tenango”, son necesarias prontas respuestas/acciones que permitan incentivar cierta regulación en la lógica comercial, humana y territorial que dominan hoy los llamados Tenangos. La tarea no es nada fácil, debe de existir capacidad, gestión y sensibilidad de los diferentes ordenes de decisiones, en donde el ente local, junto con los bordadores, debe ser el garante del proceso.
¡Al tiempo!
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