Ráfagas: Saqueo en Tepeji
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<< La misma nueva sociedad, a través de los dos mil quinientos años de su existencia, no ha ido nunca más que el desarrollo de una ínfima minoría a expensas de una inmensa mayoría de explotados y oprimidos; y esto es hoy más que nunca>>
Friedrich Engels. Filósofo y sociólogo alemán (1820-1895).
En días pasados el INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) dio a conocer un estudio sobre las clases sociales en nuestro país, basado en los ingresos mensuales (alta, media y baja). Dicha investigación tiene un precedente de diez años, en 2010 esta institución reveló algunas proyecciones extraoficiales basadas en el gasto de los habitantes para definir los porcentajes de habitantes que ocupan cada clase (INEGI, 2010).
Pese a que los rubros porcentuales no han variado mucho desde entonces en la actualidad se cuenta con datos recientes, según el Censo de 2020 en donde podemos observar con detenimiento de acuerdo a nuestra realidad próxima cómo han cambiado. Según datos de INEGI (2020) la clase media gana 22 mil 927 pesos en promedio mensuales, mientras que en las zonas rurales alcanza los 18 mil 569 pesos. Por su parte, la clase baja obtiene 11 mil 343 pesos mensuales en el entorno urbano, mientras que en áreas rurales apenas logra los 9 mil 313 pesos mensuales. Dicho sea de paso, cuando se habla de datos estadísticos los estimados varían considerablemente según sea el caso y por diferentes factores. A continuación a detalle los datos según INEGI y la Secretaria de Economía:
El ingreso de la Clase Alta (1 millón 23,004 habitantes) perciben en promedio 77mil 975 pesos mensuales; la Clase Media (47 millones 201,616 habitantes) ganan 22 mil 927 pesos mensuales, mientras que la Clase Baja (78 millones 536,236 habitantes) alcanzan los 11 mil 343 pesos mensuales. Según esto INEGI (2020) sostiene que en México la clase alta solo se encuentra en entorno urbanos, por lo tanto es inexistente en áreas rurales.
Ahora bien, paralela a estas estimaciones se dio a conocer una estratificación por subclases con datos de INEGI y la Secretaría de Economía. Estos tres grupos se encuentran subdivididos; el grado de percepción salarial mensual promedio varía significativamente sobre todo al ubicar los rubros de la clase media (media media alta y media baja) y baja (baja alta y baja baja). Encontramos pues que Clase alta alta (A/B) Con un ingreso promedio mensual de 51 mil pesos o más (1% de la población), Clase alta baja (C+) Con un ingreso promedio de 27 mil 800 mensual (5% de la población); Clase media alta (C) con un ingreso promedio mensual de 19 mil 900 pesos (14%de la población), Clase media baja (D+) con un ingreso promedio de 12 mil 300 pesos mensual. Finalmente, la Clase baja alta (D) con un ingreso promedio de 8 mil 900 pesos mensual (25% de la población) y la Clase baja baja (E) con un ingreso promedio mensual de 5 mil 400 pesos (35% de la población).
Ambas aproximaciones nos llevan a reflexionar lo siguiente:
En primer lugar, que los datos absolutos de INEGI si bien reflejan que seguimos siendo un país de ingresos bajos, por otra parte, su clasificación comete un grave error al dejar fuera del espectro estadístico a los que perciben menos de 11 mil pesos mensuales (que a decir de la opinión son la mayoría). De igual manera no existe un tope real y claro donde podamos ubicar a quienes perciben más de 77 mil pesos mensuales en promedio ¿Dónde ubicar a un empresario como Carlos Slim por ejemplo? ¿Dónde ubicar al vendedor ambulante que sobrevive con menos de 5 mil pesos mensuales? ¿Dónde ubicar a un político? ¿Dónde ubicar a un evasor fiscal?
Por si fuera poco a INEGI se le olvida la relativización de las respuestas. La realidad es que los encuestadores (los que por cierto perciben menos de 10 mil pesos mensuales) realizan su tarea estrictamente de acuerdo al manual, dando fe de lo que los informantes asientan aunque esto sea totalmente falso. Sucede con frecuencia que los entrevistados falsean sus datos para bien o para mal; uno por desconfianza o pena respondiendo que percibe menos (en el caso de aquellos que se encuentran dentro de programas de asistencia social del gobierno), o bien por conveniencia (en el caso de aquellos empresarios o comerciantes que bajan su estándar para evitarse problemas fiscales). Sea como fuere la veracidad de las respuestas a estas como a otras preguntas del cuestionario del censo es también un problema.
El otro aspecto que podemos entrever con estos datos es el fantasma de la clase social asumida por un sector de la sociedad, la cual se asume como media o alta cuando en realidad no lo es. Algo que en otro momento quizás nos lleve a reflexionar a detalle sobre fenómenos como el “Complejo de Doña Florinda” y su vinculación con el pensamiento de derecha mexicano, así como otros elementos como el clasismo y el racismo, los cuales abren diferentes perspectivas sobre el cómo se asume el mexicano según su entorno, color de piel, ideología política, religión, trabajo, profesión y por supuesto, su percepción económica.
Difícilmente podremos llegar a un acuerdo. Lo cierto es que el asistencialismo gubernamental (becas a jóvenes y apoyos para adultos mayores) juega un papel importante en la disminución de los rubros más castigados de los estratos sociales. En este mismo orden de ideas podemos mapear y entender de manera general a partir de los datos anteriores (ya sean los de INEGI o de la Secretaria de Economía), el movimiento de las preferencias políticas y el rubro porcentual hacia donde tienen con mayor fuerza a cuyo caso va direccionada a los discursos que desde el partido en el poder se vociferan de manera estatal, local o federal, después de todo como dice la lógica paternalista, asistencialista y electoral de nuestro presidente, “Por el bien de todos, primero los Pobres”