¿Preparados para Kamala o Trump?
INDICADOR POLÍTICO
En 1984 y 1985, el sector intelectual liberal de Octavio Paz prefiguró el fin simbólico del PRI. Sin embargo, se trató de un importante esfuerzo de análisis político prospectivo que no pudo prever la condición física del partido tricolor: como la materia, “la energía no se crea ni se destruye, sino solo se transforma» (Lavoisier). Hacia 2024, el PRI habrá de sobrevivir en Morena y el PAN.
El PRI ha sido un enigma para las ciencias sociales, pero por la sencilla razón de que la reflexión intelectual ha picado de flojera metodológica. A pesar del papel clave que ha jugado el PRI en la larga etapa posrevolucionaria que llegará mucho más allá de 2024, el partido tricolor es el menos estudiado con sentido crítico por la politología, quizá por la circunstancia agravante de que buena parte de los politólogos estudiaron ciencia política para ser políticos y no analistas.
El punto de partida que ha explicado, en el lenguaje de Fidel Velázquez, la condición de partido inmorible radica en el hecho de que el PRI nunca fue un partido político clásico, sino que configuró tres características basadas en sus objetivos: una coalición de grupos de interés, un aparato del Estado y una forma de Estado.
En la edición de enero de 1984 la revista Vuelta el historiador Enrique Krauze publicó el ensayo “Por una democracia sin adjetivos” que proponía una transición mexicana similar a la española; en mayo de 1985 el poeta Octavio Paz en condición de ensayista publicó el texto titulado “Hora cumplida” para señalar que al PRI le había llegado ya a su hora del retiro; y en esa misma edición el ensayista Gabriel Zaid publicó un ensayo titulado “Escenarios sobre el fin del PRI”. Estos análisis partían del enfoque liberal de que México ya estaba maduro para la democracia y que el PRI como partido del Estado ya era disfuncional y un obstáculo para la democracia.
Casi 38 años después el PRI enfrenta el escenario de su disolvencia histórica, aunque pueda mantener una magra presencia legislativa producto más bien de sus alianzas con sus enemigos históricos: el PAN que se fundó para combatir al partido de la Revolución Mexicana de Cárdenas y su estructura corporativa en modo de partido fascista italiano y el PRD que fue un desprendimiento del poscardenismo que se oponía al asalto político del neoliberalismo del grupo de Carlos Salinas de Gortari.
El error de concepción metodológica sobre el PRI se encuentra en la suposición de que es un partido político en el modelo Duverger. En 1968, el funcionario priísta Mario Ezcurdia hizo un interesante esfuerzo teórico para pasar al PRI por el marco teórico de los partidos de Duverger —Análisis teórico del PRI, editorial Costa Amic, por cierto, disponible en Kindle de Amazon– y llegó a la conclusión de que el PRI no era un partido político sino una estructura de poder.
En 1976, el ensayista marxista José Revueltas estableció que el PRI era, de manera paradójica, el antídoto contra el totalitarismo político que algunas mentes estratégicas fundadoras del priísmo buscaron ser en el pasado. Revueltas señaló que el Estado mexicano priísta no era totalitario en el modelo Hannah Arendt, sino “un Estado total y totalizador” y que la clave de su poder radicada en el control total de las relaciones sociales vía el PRI, el primer acercamiento indirecto a la teoría del sistema político de David Easton y su caja negra en cuyo seno una fuerza superior realizaba la distribución de valores y beneficios entre todos los grupos políticos.
El escenario posible de que el PRI termine el sexenio con cero gubernaturas y una bancada legislativa de alrededor del 10% no acabará con el modelo político, ideológico y social del PRI. La clave de la existencia del PRI no la dieron ni Obregón ni Elías Calles, sino Miguel Alemán con la reforma al artículo tercero constitucional que señaló que la democracia no era en realidad la libertad de participación, sino “el constante mejoramiento del pueblo”, es decir la colocación del bienestar social por delante de la democracia procedimental. Estos principios que le dieron esencia al PRI han sido rescatados, a su modo, por Morena y por el PAN y en esos comportamientos se estaría dando, ahí sí, una cuarta transformación para transitar solo de siglas de partido, pero manteniendo los principios de ejercicio del poder vía el bienestar social.
En términos estricto el PRI no ha muerto ni morirá, porque renacerá en los corazones de Morena y el PAN.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.