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Entre Colón y un gobierno desnudo
En la Ciudad de México existe una avenida muy bonita, bastante larga, que atraviesa gran parte del orbe, sobre todo recorre un centro económico y cultural muy importante, es Paseo de la Reforma.
Mi familia y yo la conocemos porque en cada visita elegimos hospedarnos cerca de ella, porque la agenda que normalmente tenemos, está sobre su perímetro; ya sea que vayamos a la SEIDO (Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada) o al Senado, o vayamos a visitar medios de comunicación.
Esta avenida se nos hace muy familiar, y ha sido estratégica para nuestra lucha.
Esta avenida nos ha visto alzar la voz para pedir justicia, la hemos caminado en marchas que exigen justicia, no sólo para nosotros, sino también para miles de víctimas en México.
Un fragmento de esta avenida la caminamos descalzos de un pie, en homenaje a una niña que sobrevivió a la masacre y que se abrió entre la serranía oscura como boca de lobo, maleza y piedras asomadas para acuchillar sus piecitos, así fue a buscar ayuda y lo primero que dijo cuando la encontraron fue: ¡Vamos por ellos!
En esa avenida y con esa acción inmortalizamos su valentía y amor por los suyos. En esa misma marcha un primo de la familia decidió continuar todo el trayecto descalzo, y su argumento fue: ¡Un kilómetro por ella, y los otros por quienes no pudieron estar!
Ese espíritu lo he encontrado en cada marcha, y ha sido solidarizarnos con el dolor del otro, ponernos en los zapatos de nuestros hermanos y saber que no estamos solos, que nunca lo estaremos y que si un mexicano es herido hiere a todos.
Este tema lo traigo a la memoria, porque hoy en día he visto un debate que ha despertado polémica: se retiró la estatua de Cristóbal Colón de la glorieta conocida con el mismo nombre, y en su lugar van a poner a una mujer indígena.
Por mí está perfecto, pero ya que se abrió el debate, porque no revisamos todo el mensaje que nos da esa avenida y que el gobierno no ha querido o se ha visto impedido a resolver.
Existen unos “anti monumentos” que gritan, que piden la atención de las autoridades, porque se trata de garantizar un México en paz y armonía.
Ahí se ve un número “43” que simboliza la desaparición de estudiantes, y hasta hoy, con la “verdad histórica” derrumbada, aún no se puede desentrañar lo que ocurrió realmente en esa terrible noche de Iguala.
Está también el monumento que recuerda a una guardería donde niñas y niños fueron heridos y quemados por una autoridad omisa, cómplice, con intereses propios, de compadrazgos, que nunca revisaron la situación de vulnerabilidad a la que estaban expuestos los infantes.
Cerca está el de los feminicidios, otro símbolo hecho de hierro que nos recuerda un estado incapaz de defender a las mujeres, y que siguen sufriendo y padeciendo el México más terrible y cotidiano.
Así que la Avenida Reforma nos da mucho de que hablar, es una reflexión profunda y viva de realmente, en qué se debería centrar la discusión como país.
Se vaya a o se quede Colón, el debate que hoy nos tiene contra la pared, va a seguir ahí. Y nos seguirá mostrando un gobierno desnudo y una sociedad con una deuda de justicia tan larga, como una Avenida.
Las opiniones y conclusiones expresadas en el artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Quadratín.