Subestimando a la presidenta
CIUDAD DE MÉXICO, 8 de mayo de 2018.- La semana pasada Enrique Ochoa Reza renunció a la dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a prácticamente dos meses de las elecciones más grandes de la historia contemporánea de México y en su lugar arribó René Juárez Cisneros, quien es conocido por su vida política en el interior del Tricolor, lo que algunos especialistas consideran como un golpe de timón que le da la oportunidad a los cuadros del partido tomar el mando de la campaña del candidato presidencial.
Algunos especialistas consideran que la salida de Ochoa Reza de la dirigencia del PRI representa un golpe hacia el grupo de los neopriístas, es decir, aquellos conocidos como los tecnócratas, que son los que promovieron la escuela del neoliberalismo encabezada por Carlos Salinas de Gortari y que retomó el poder en el seno partidista con la llegada de Enrique Peña Nieto a la presidencia de la República.
Los tecnócratas se caracterizan por ser personas sumamente preparadas académicamente y la mayoría ha realizado estudios en el extranjero, además de haber pisado las aulas del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y que, según Carlos Monsiváis y Miguel Ángel Granados Chapa, no se formaron fundamentalmente en los cuadros internos del PRI.
Antes de su llegada a la dirigencia nacional del PRI en 2016, Enrique Ochoa ocupó previamente cargos técnicos especializados en la administración pública y fue en 2012 cuando se incorporó a la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto y una vez que el mexiquense llegó a Los Pinos fue nombrado miembro del Consejo de Administración de Petróleos Mexicanos (Pemex) hasta que dos años después ocupó la dirección de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Después de los comicios de 2016, Enrique Ochoa sustituyó a uno de los estandartes del priísmo, Manlio Fabio Beltrones, situación que provocó asombro entre la militancia, pues no había figurado como uno de los referentes de dicho partido y en medio de la campaña electoral federal de este año renunció.
René Juárez, por otro lado, es un priísta de sepa, quien ha desempeñado diferentes cargos como presidente municipal de Acapulco, diputado federal, senador, gobernador de Guerrero, dirigente estatal del PRI y hasta hace unos meses subsecretario de Gobernación, en el periodo de Miguel Ángel Osorio Chong, por lo que esta decisión busca unificar los cuadros priístas que están descontentos con la designación de José Antonio Meade—otro tecnócrata—como candidato a la presidencia.
Como dirigente del PRI, Ochoa Reza no logró que Meade subiera en las preferencias electorales, situándose permanentemente en el tercer lugar, por lo que el cambio de timón en la dirigencia nacional obedece a una medida de reconfiguración para atraer a los militantes priístas en la unidad que ha pregonado históricamente dicho partido.
La última vez que el PRI se ubicó en el tercer lugar de la contienda presidencial fue en 2006, cuando Roberto Madrazo se enemistó con varios de los gobernadores priístas de ese momento, fragmentando al partido y provocándole su peor derrota en la historia, por lo que ahora buscarán evitar un desastre similar.
A escasos días de la elección presidencial, el PRI debe planear una nueva estrategia de comunicación y cambiar la imagen que existe en torno al candidato de la coalición “Juntos por México”, pues las encuestas lo posicionan en un rezagado tercer lugar, lejos del panista Ricardo Anaya y aún más lejos del morenista Andrés Manuel López Obrador.
Aunque también se especuló sobre la salida de Aurelio Nuño de la coordinación de campaña de Meade, el ex secretario de Educación Pública continúa al frente de este encargo, pero las piezas en la campaña podrían seguir modificándose en caso de que el candidato del partido en el poder no modifique la percepción social.
Catapultar a un candidato más de 20 puntos porcentuales en menos de dos meses, parece una tarea imposible, incluso para el mejor de los estrategas políticos, pero por lo pronto el grupo de los tecnócratas ha sido relegado en la campaña y su capital político se desvanece conforme avanza el tiempo.