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CIUDAD DE MÉXICO, 21 de noviembre de 2018.- Chairos, fifís y otras acepciones son palabras frecuentes que se utilizan en las redes sociales para etiquetar y encasillar a las personas que están a favor o en contra de alguna postura política, quienes se han radicalizado a tal grado que un individuo pierde su identidad para convertirse en parte de una masa amorfa de un pensamiento absolutista.
Desde quienes son considerados de izquierda y persiguen la postura ideológica del ahora presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, hasta quienes son señalados como conservadores o “pudientes” por formar parte de un nivel socioeconómico más elevado, disputan en redes sociales el control de la aparente verdad absoluta desde sus respectivos puntos de vista.
Para menospreciar a otra persona que está en contra del próximo mandatario se le acusa de “fifí”, aquellos—que según el propio López Obrador—son personas burgueses que son beneficiados de la política neoliberal, y quienes anteriormente eran calificados como “come tortas”, “peñabots” o “derechairos”, lo que ha anulado cualquier debate.
Mientras que las personas que están a favor del nuevo gobierno son estigmatizadas como “chairos”, “resentidos sociales”, “pejezombies” o “morenos”, por formar parte de un nivel socioeconómico bajo que buscan en retirar los privilegios a los pudientes para lograr una sociedad más equitativa, pero con los calificativos se ha desintegrado el diálogo serio.
Desde estas perspectivas no caben los matices, o se es negro o se es blanco, no se puede ser gris, porque son quienes verdaderamente ocultan sus verdaderas intenciones inclinadas a favor de una postura política, y con ello cualquier crítica o comentario es de inmediato encasillado y colocado como el blanco del fusilamiento para el bando que se sienta atacado.
Aunque la mayoría de las personas percibe estos calificativos como “simpáticos”, detrás de esto esconden la intolerancia que vulnera a una democracia que todos hemos buscado fortalecer, y en la medida en la que permitamos que se nos englobe en un sector con un color perderemos nuestra capacidad de discernir y antes de todo somos seres pensantes que podemos o no estar de acuerdo con alguien, pero como decía Voltaire, debemos defender el derecho a que cualquiera manifieste sus ideas.
Lamentablemente esta libertad parece frenada con la intolerancia y las prácticas burlonas que son tan comunes en las redes sociales y que también se han repetido en las mesas de café o en los foros de amigos y familiares, mimetizados en un absolutismo que no necesariamente corresponde a la mirada en la que se observa.
Sin embargo, la división de opiniones y los ataques son resultado de la misma cultura política mexicana, desde que los vencedores lo tuvieron todo y no tomaron en cuenta a los vencidos hasta los que esperaron su oportunidad para vengarse de los abusos, ahora vemos un escenario similar en un constante encuentro de calificativos que llegan a ser peyorativos y que sólo avivan la pólvora de la desazón social.
La famosa reconciliación que anunció López Obrador el pasado 1 de julio ha quedado sólo en la memoria, pues en la práctica la división y la confrontación son visibles, el propio mandatario electo ha avivado esto al calificar a las personas que no votaron por él, mientras que éstos a su vez realizan las mismas prácticas que tanto criticaron de sus contrapartes como marchas y manifestaciones, así como las reiteradas quejas a un gobierno que aún no está en funciones.
Los radicalismos son tan peligrosos que en el mundo tenemos claros ejemplos de estos personajes como Donald Trump en Estados Unidos, Nicolás Maduro en Venezuela, Jair Bolsonaro en Brasil y otras corrientes que disfrazadas en la izquierda o derecha extremas han traído consigo grandes retrocesos a la cultura democrática internacional y ponen en riesgo el prestigio de las instituciones.
Si no entendemos la importancia de los matices y del entendimiento colectivo no podremos mejorar como sociedad y la frágil democracia mexicana volverá a derrumbarse en un contexto de lados contrarios.
Nota aparte: La reconciliación nacional no puede comenzar en tanto las dos partes estén dispuestas a comenzar a dialogar y dejar atrás las burlas, pues seguirán evolucionando los calificativos que definen dos puntos de vista absolutistas que no se pueden entender en una sociedad que busca ser plural.