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PACHUCA, Hgo., 22 de enero de 2019.- Era viernes poco después de las 14:00 horas, decenas de personas avisaron que una toma clandestina de hidrocarburo en la comunidad de San Primitivo, en Tlahuelilpan, lanzaba hidrocarburo por doquier, y esto trajo a cientos de habitantes de otras comunidades y municipios que inmediatamente comenzaron a llevar garrafones, bidones y otros recipientes para abastecerse de la mayor cantidad de gasolina, pero minutos después llegó la tragedia. Una explosión que dejó hasta el momento 94 muertos y 46 heridos y que llamó la atención no sólo de México, sino del resto del mundo.
Tlahuelilpan es un municipio con alrededor de 30 mil habitantes, de los cuales cerca de 15 mil radican en la comunidad de San Primitivo, una demarcación que se ha tornado paulatinamente hacia el robo de hidrocarburo y prueba de ello fue que en este año se han contabilizado tres tomas clandestinas, mientras que en 2018 se reportaron 10 perforaciones ilegales, por lo que esta práctica se ha acrecentado en la demarcación.
Los videos que se aprecian sobre cómo llegaban decenas de personas sin ningún cuidado a abastecerse de combustible demuestran también la falta de respeto no sólo a las autoridades sino al estado de Derecho de México, pues aunque arribaron elementos del Ejército mexicano, no pudieron hacer retroceder a los pobladores que rebasaron los 800 visitantes, lo que evidencia la fragilidad de las instituciones en este tipo de contextos.
Si las personas en lugar de intentar “agandallarse” la gasolina que era “gratis” de la toma clandestina, hubiesen reportado el incidente y se hubieran alejado, no estaríamos contando decenas de muertos por la explosión que, como la naturaleza, arrasó con toda vida posible, y que convierte a Hidalgo en el centro de la atención internacional por este tipo de hechos.
El problema del huachicoleo ha crecido a tal grado en Hidalgo que se ha posicionado en primer lugar a nivel nacional en cuanto a tomas clandestinas tanto en 2018 como en lo que va de este año, y este problema no sólo se centra en Tlahuelilpan, sino que se extiende por otros municipios como Cuautepec, Tula, Atotonilco de Tula, Tlaxcoapan, Tepeapulco, Tulancingo, Tezontepec, Mixquiahuala, Chapantongo, entre otros, por lo que es un fenómeno que avanza como virus lento que degrada parcial y absolutamente a los municipios a su alcance.
Hidalgo ha dejado de ser el estado más seguro del país y desde 2016 el fenómeno del huachicoleo ha crecido por el estado sin ser detenido, pues incluso los pobladores solapan y defienden a las personas que se dedican al robo de hidrocarburo, pues consideran que no es un delito y que se trata de la gasolina es de todos los mexicanos.
En Tlahuelilpan la situación no es diferente, con una población de más del 65 por ciento en pobreza, y ante la falta de industria y espacios educativos, el huachicoleo se ha convertido en una forma de vida para algunos, mientras que otros se han apropiado de la necesidad de los pobladores para delinquir y conformar organizaciones delictivas en la zona.
Es importante entender que lo acontecido en Tlahuelilpan es una tragedia de dimensiones históricas y que será un parteaguas del horror que puede causar el saqueo de combustible, ahora competerá a las autoridades estatales y federales esclarecer lo mayor posible este siniestro y que no quede la zozobra de alguna irregularidad en las pesquisas.
La explosión de Tlahuelilpan parece sorpresiva para la escena nacional, pero en Hidalgo es el resultado de falta de políticas públicas eficientes en el combate al robo de hidrocarburo, el encubrimiento de un problema que será difícil de erradicar y que demuestra una vez más la falta de solidaridad nacional, pues con las noticias que se han producido algunos han tratado de denostar que se trató de una tragedia por las pérdidas humanas y los daños irreversibles que dejará en los sobrevivientes.
El dolor que nos deja Tlahuelilpan debe servir como reflexión para el entendimiento de las causas y circunstancia del prójimo, que un hecho así no vuelva a suceder por imprudencia de los pobladores, la desidia de las autoridades y que valoremos que cada vida tiene un valor incuantificable que no podemos ignorar.